El resultado real de unas elecciones no viene determinado sólo por la representación obtenida por los diferentes partidos, sino sobre todo por la conformación del gobierno que de ella resulte y por ello las elecciones andaluzas del 25-M han supuesto una bocanada de ilusión para los partidos de izquierda cuando todo apuntaba a una Andalucía gobernada por la derecha a base de recortes.

El júbilo inusitado de la izquierda tiene su base en la posibilidad de convertir a Andalucía en aquel espacio en el que demostrar con políticas progresistas que existe un modelo más justo para afrontar la crisis liberal, con principios alejados de la tesis sostenida por el gobierno de Rajoy de que los recortes son la única medicina para el enfermo. La izquierda andaluza se encuentra ante uno de sus retos políticos más importantes: demostrar que el estado autonómico del bienestar es posible y que sin abandonarlo existen soluciones a los problemas de Andalucía y su gente.

No es poco lo que se pide si analizamos la situación internacional y el punto de partida para ese gran objetivo. Está claro que con las arcas vacías y los terribles mandatos liberales de Europa, la situación se presenta cuanto menos complicada, pero ello no puede llevar a la izquierda andaluza a renunciar a un poder que refleje el contrapeso de sus políticas frente a los mercados y sus negativos mandatos, dando por sentado que el gobierno que puede llevar a cabo ese tipo de políticas sólo puede ser fuerte y de izquierdas. ¡Así de rotundo!.

PSOE e IU deben entender que la ciudadanía tiene una voluntad común, desde el encuentro y el acuerdo de ambas formaciones políticas, que no consiste en el reparto del poder sino en el diseño político de una estrategia de solución a los graves problemas por los que atraviesa Andalucía. La empresa no es fácil, pero las otras posibilidades son o un gobierno frágil de la derecha o del partido socialista amenizado por el habitual juego del gato y el ratón al que se someten a nuestras instituciones cuando se pretende gobernar desde los parlamentos.

El acuerdo entre un partido que ha girado al centro con otro que estatutariamente es anticapitalista se antoja difícil y con muy prolijo trabajo de «los fontaneros» hasta llegar a plasmar la firma. No faltarán miembros de los aparatos que lo entorpezcan, ni medio de la derecha que lo ridiculice y ponga bajo sospecha el acuerdo. Frente a todas las dificultades habrá que anteponer la ilusión de un Pueblo: Andalucía.

* Marcos Quijada es exalcalde de Osuna (IU)