Se ha convertido en la primera mujer en presidir la Junta de Andalucía; en unas semanas, será también con toda probabilidad la primera secretaria general del PSOE-A. ¿Será Ferraz o Moncloa su próxima parada? ¿Hasta dónde llegan las ambiciones de Susana Díaz?

Su meteórica carrera política (tiene 38 años) se había desarrollado hasta ahora intramuros del PSOE andaluz, pero su nombramiento como presidenta de la Junta le ha dado una proyección nacional institucional y orgánica que puede ser determinante en el futuro de su partido, que continúa en plena travesía del desierto tras el descalabro electoral de 2011.

No en vano, el PSOE-A es la federación más poderosa y más numerosa del socialismo español, con un enorme ascendiente sobre las decisiones internas de los socialistas.

Y precisamente el PSOE se encuentra ahora en varias encrucijadas: está en proceso de redefinir su proyecto político, que quedará dibujado en la conferencia de noviembre, pero también está hambriento de líder, a la espera de que se concrete la fecha de las primarias y de que Alfredo Pérez Rubalcaba despeje la incógnita sobre sus intenciones.

En ese escenario, Susana Díaz ya ha querido de momento fijar un discurso propio y dejar claro que no va a aceptar injerencias en su territorio, incluso aunque sus decisiones colisionen con las que adopta la dirección federal del PSOE.

Así lo hizo la semana pasada, en un desayuno informativo en Madrid, donde verbalizó por primera vez algo que otros socialistas piensan pero no dicen: que el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero se equivocó al afirmar en su momento que aceptaría cualquier texto del Estatut que llegara del Parlamento catalán.

También ha marcado distancias con Ferraz al proponer al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que lidere un pacto contra la corrupción política, pese a que Rubalcaba ha roto las relaciones con el Ejecutivo a raíz del caso Bárcenas.

Desde la dirección federal restan importancia a este episodio y alegan que Díaz tiene capacidad de maniobra dentro del ámbito institucional. Para reforzar el argumento, recuerdan que presidentes autonómicos como Manuel Fraga, por el PP, o José Bono, por el PSOE, nunca tuvieron problemas en dialogar e incluso pactar con gobiernos centrales de distinto color, incluso en contra de las instrucciones de sus propios partidos.

Ambiciones

Lo que está por ver es si Díaz pretende algo más que buscar su propio espacio, como sospechan algunos dentro del PSOE. Aunque es muy pronto para hacer apuestas en un sentido o en otro, no faltan voces que ven en ella ambiciones más allá de la frontera de Andalucía.

Así, hay quien no descarta que se presentará a las primarias para elegir al futuro candidato socialista a la Moncloa o a la secretaría general del PSOE.

Pero, por ahora, Díaz prefiere no hablar ni de primarias ni de adelantar el congreso federal, y asegura estar centrada en lo suyo: los intereses de Andalucía y del partido en la comunidad, a cuyo liderazgo accederá casi con toda probabilidad a finales de noviembre en sustitución de José Antonio Griñán. El congreso donde se escenificará el traspaso definitivo de poderes ya tiene fecha, el 23 y el 24 de noviembre, y lugar, Granada.

Ya ha «heredado» de Griñán la Presidencia de la Junta de Andalucía y ahora le relevará al frente del PSOE-A, pero lo que parece excluido es que le suceda también como presidente de todos los socialistas.

El precedente de Chaves

Hay un precedente anterior para que Griñán conserve ese cargo y es que ya ocurrió así cuando Manuel Chaves le dio el testigo en la Junta y en el PSOE-A, pero se quedó con el sillón de Ferraz hasta que se celebró el congreso federal de Sevilla.

Otra incógnita, en el caso de que Díaz finalmente no esté interesada en dar el salto a la «primera división», será saber a qué candidato da respaldo el PSOE-A. Díaz ya tuvo una mala experiencia anterior, con el apoyo que dio en su día a la luego derrotada Carme Chacón en la disputa con Rubalcaba por la Secretaría General del partido, lo que ocasionó más de una fractura interna entre los socialistas andaluces. Si entonces no se sumó a la «neutralidad activa» que prometió Griñán, ¿qué hará ahora?