­Andalucía necesita mirar a Europa. Más allá de la desafección que la ciudadanía en general profesa hacia la política y los políticos, cuando no más hacia los que mueven los hilos desde Bruselas, la cita electoral del próximo 25 de mayo, a la que están llamados los 28 países de la Unión Europea, cobra un valor añadido.

Tras el frenazo provocado por una angustiosa crisis económica, toca regresar a la senda del crecimiento económico y del progreso, camino que los andaluces iniciaron hace 28 años y que les permitió tomar las riendas de su desarrollo. En esa transformación los fondos europeos han jugado un papel clave, sin bien la política europea va mucho más allá. La retirada de las aceiteras rellenables de bares y restaurantes en favor de los envases de un solo uso es un ejemplo palpable de que las decisiones que llegan desde la UE afectan, cada vez más, a la vida de los ciudadanos.

El europeísmo afectivo del que siempre habían hecho gala los españoles, y con más razón los andaluces, que con la entrada del país en la Comunidad Europea vieron el cielo abierto, no ha evitado que la actual política europea se haya convertido en la diana de no pocos reproches a cuenta de polémicas decisiones que han levantado ampollas, si no llagas, en la maltrecha economía de demasiados bolsillos.

Los partidos políticos temen que la tasa de participación ciudadana en las elecciones europeas continúe cayendo por debajo del 50%. Y es que, tras la euforia de los primeros comicios, allá por 1989, los ciudadanos han ido poco a poco alejándose de Europa. De hecho, ocho de cada diez dicen estar poco o nada informados acerca de los asuntos europeos, por no hablar del desconocimiento absoluto que hay entre la población sobre quiénes son los que deciden cuánto y dónde se puede pescar o qué producción de aceite es la permitida.

Cita electoral

Que el mensaje sobre la importancia que tienen estas elecciones cale en la ciudadanía es una labor ardua, si bien no hay que perder de vista que el Parlamento europeo que salga elegido será el responsable de sentar las bases de la política que marcará el rumbo de sus Estados miembros y, lo que es más importante, de repartir unos fondos que desde el año 1986 han permitido a Andalucía avanzar posiciones y dejar atrás la etiqueta del atraso y del subdesarrollo económico.

Desde la incorporación de España a la UE las provincias andaluzas han recibido más de 40.000 millones procedentes de distintos programas que le han ayudado a reducir la brecha de desarrollo con otras regiones comunitarias y con el resto de autonomías de España, hasta el punto de que, a pesar de los efectos negativos de la actual crisis, Andalucía ha dejado de ser considerada una región de convergencia.

Dicha cantidad, a priori modesta (representa el 1,8% del PIB), ha sido determinante para impulsar, desde el punto de vista cualitativo, el desarrollo de una comunidad que arrastraba graves déficits estructurales. Y aunque todo es mejorable, las ayudas se aprovecharon y bien, tal y como ha confirmado la propia Comisión Europea. Sólo de los fondos FEDER (Fondo Europeo de Desarrollo Regional), quizás los más conocidos entre los ciudadanos, se han invertido más de 19.000 millones con el objetivo de corregir los desequilibrios existentes con otras regiones.

El diagnóstico inicial de los principales obstáculos que impedían el desarrollo de la comunidad, como era la falta de infraestructuras de transporte e hidráulicas, en cuanto a suministro de agua y saneamiento en numerosos núcleos urbanos, la baja cualificación de su capital humano o la escasa dotación de equipamientos educativos y sanitarios, entre otras carencias, obligó a diseñar una estrategia que, conforme se han ido alcanzando objetivos, se ha ido adaptando a nuevas prioridades y a la propia evolución de Andalucía.

A partir de ahí, el destino de las ayudas que llegaban de Europa empezó a diversificarse. Al margen de la continua apuesta por el eje del transporte (ahí está la A-92 o la llegada de las líneas de alta velocidad, primero a Sevilla y después a Málaga), empezó a apostarse por el medio ambiente, por el fomento empresarial, por la diversificación productiva y por el gasto en innovación, hasta ese momento prácticamente inexistente.

La transformación que Andalucía ha experimentado en materia de infraestructuras en poco más de veinte años, con una dotación comparable a la de muchos países del centro de Europa, no tiene apenas precedentes en el mundo. Los avances en materia de ferrocarril, con más de medio millar de kilómetros de vías de ancho europeo, y en la red de carreteras, son hoy una realidad gracias, en buena parte, a los fondos europeos.

La huella que la Unión Europea ha dejado en Andalucía tiene muchas otras caras. El Producto Interior Bruto per cápita en la comunidad se ha multiplicado por cinco desde 1985. Entonces era de 3.584 euros, cantidad que en 2010 pasó a ser de 17.405 euros por habitante.

Más gasto en investigación

En ese mismo periodo, el gasto en investigación y desarrollo (I+D) se ha incrementado 15 veces. Se han impulsado los centros públicos de investigación, se han creado parques empresariales y científico-tecnológicos (caso del PTA de Málaga), y se han incrementado de forma sustancial los proyectos de innovación en el ámbito universitario. Recordar que las ocho universidades andaluzas caminan con paso firme por la senda del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES).

En materia de política empresarial, las ayudas se han orientado a fortalecer el tejido empresarial andaluz, a diversificar el tejido productivo y a fomentar la cultura emprendedora, con la idea de transformar su estructura, si bien los resultados en este campo no terminan de cuajar. Donde sí se han puesto las pilas los empresarios andaluces es en el acceso a las TIC. El recelo a las redes telemáticas es historia y hoy por hoy nueve de cada diez empresas tienen acceso a internet de banda ancha.

Con todo, las tareas pendientes siguen siendo muchas. Pero Andalucía, ahora sí, tiene la materia prima para salir airoso de un ciclo económico adverso cuyo fin se dirime en Bruselas, de ahí la importancia que encierran los comicios europeos del próximo 25 de mayo.

La inyección económica en forma de fondos europeos que la comunidad autónoma recibirá en el marco 2014-2020 será de 9.357 millones de euros, lo que supone un 22% menos que en el periodo 2007-2013, descenso que obedece a la salida de Andalucía del grupo de regiones menos desarrolladas de Europa para ostentar la condición de Región en Transición, lo que abre una nueva página en el uso de las ayudas para intentar culminar la transformación de Andalucía.

La finalidad de los fondos europeos

Amén de la posible aplicación de una cláusula de revisión en 2016, y que implicaría una ayuda adicional de 1.500 millones de euros, Andalucía recibirá en los próximos seis años un montante de 9.357 millones procedentes de la UE. Pero qué hay detrás de siglas como FEDER, FSE y FEADER o del Fondo de Cohesión. Las primeras corresponden al Fondo Europeo de Desarrollo Regional, que persigue corregir los desequilibrios existentes entre las distintas regiones de la UE incentivando iniciativas de investigación y desarrollo tecnológico, de protección del medio ambiente o para combatir la pobreza y exclusión social. El Fondo Social Europeo (FSE), por su parte, apoya políticas activas de prevención y lucha contra el desempleo. El FEADER es el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural, cuya finalidad es la modernización y la diversificación de economía andaluza, así como el apoyo a la competitividad de la agricultura. Por último, están los Fondos de Cohesión, destinados a reforzar la cohesión económica y social.