­En la costa de Cádiz cunden las historias sobre hallazgos de fardos de hachís. Pero apenas se recuerda nada parecido a lo que se vive estos días y que ha llevado a la detención, de momento, de 62 jóvenes que, al enterarse del vuelco de tres narcolanchas, han corrido a la costa en busca de droga.

Es la otra cara de la tragedia que ocurrió en la madrugada del pasado viernes cuando tres embarcaciones llegaron a la zona del caño Sancti Petri, en Chiclana de la Frontera, en medio de un fuerte temporal de lluvia y viento.

La Guardia Civil detuvo a tres tripulantes marroquíes que viajaban en esas lanchas, en las que fueron hallados 73 fardos de hachís de unos 30 kilos. En total unos 2.200 kilos.

Entre el domingo y el lunes, el mar devolvió a la costa los cadáveres de otros dos varones marroquíes que supuestamente viajaban en esas lanchas. La Guardia Civil busca a un sexto tripulante porque lo habitual es que en cada una de ellas viajen dos personas. Pero desconoce si ese ocupante pudo escapar por tierra del cerco de los agentes o si corrió peor suerte y también se ahogó.

Cinco días después de este «casi-naufragio», a la zona, especialmente al paseo marítimo de La Barrosa y sus pinares cercanos, siguen acercándose «busquimanos», como se conoce en Cádiz a quienes buscan en las playas o en el mar fardos de hachís que pierden los narcotraficantes.

De momento han sido detenidos 62, en su mayoría jóvenes de las localidades de Barbate, Conil, Chiclana y San Fernando que la Guardia Civil ha sorprendido con diversas cantidades de hachís y que serán puestos a disposición judicial acusados de un delito de tráfico de drogas.

Estos detenidos son sólo una parte del «desfile de busquimanos» que desde el domingo, según los vecinos, recorren la zona, donde la Guardia Civil, que supone que al mar se pudieron caer otros 200 kilos de hachís más, ha tenido que establecer un dispositivo especial.

«Llevan tres días jugando al gato y al ratón», explica a Efe un hombre que tiene un negocio de hostelería a pie de playa, y en el dos «busquimanos» comentan que el juego es aún más complicado de lo que parece, porque a ellos les han «robado» unos fardos que habían escondido en el pinar, aguardando el momento oportuno para llevárselos sin ser pillados.

La situación ha multiplicado las anécdotas en la zona, donde no se habla de otra cosa y donde, estos días, todo el mundo pasea por la orilla o por los pinares echándose «miradas sospechosas», según este empresario. Ha habido incluso quien ha confundido con efectivos de la Policía Científica a agentes de Medio Ambiente que ayer, vestidos de blanco y con máscaras, fumigaban los pinares para acabar con ciertas especies invasoras, según explica este vecino.

«Yo no recuerdo nada parecido», señala, mientras un agente de la Guardia Civil de Cádiz rememora que el 28 de noviembre de 2012 una multitud de vecinos de Sanlúcar de Barrameda rodeó a unos agentes y apedreó a un helicóptero del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) para apoderarse del alijo de hachís que unos narcotraficantes habían abandonado.

Francisco Mena, presidente de la federación provincial de drogodependencias Nexos, cree que lo ocurrido estos días en las costas de Chiclana pone en evidencia que a Cádiz «están volviendo situaciones que pensábamos que estaban superadas». Nexos cree que en esta provincia desde el inicio de la crisis se ha producido un repunte de entrada de drogas «por tierra, mar y aire» e insiste en que, desde hace años, esta organización reclama más medios para las fuerzas de seguridad que combaten el narcotráfico, incluso la creación de un juzgado especial, una petición que de momento los gobiernos no atienden.