Hoy, los que esperan tras la reja de la Virgen del Rocío para poder tocarla no levantan un palmo del suelo. Y resultan ser más pacientes que los propios almonteños, porque aguantan largas colas sin rechistar. Todo, para ser bendecidos por el manto de la Virgen. Una tradición de años que se celebra cada primer fin de semana de febrero. "Son los niños que nacen durante el año, sus padres quieren venir este día a presentarlos a la Virgen", explica Juan Ignacio Reales, presidente de la hermandad Matriz de la Virgen del Rocío. La mayoría vienen por promesa. Como una pequeña campeona que nació a los cinco meses de embarazo. "Se llama Rocío. Le tengo mucha devoción a la Virgen. Y, de hecho, aquí está sana", nos cuenta su madre. O el caso de Pedro, que tardó más tiempo de lo previsto en llegar. "Llevábamos mucho tiempo esperándolo. Y ha venido y ya está aquí con nosotros y ha sido un momento muy emotivo", decía su madre entre lágrimas. Más de 3000 niños herederos de una tradición que se inculca desde la cuna.