El 28 de febrero celebramos una fecha histórica que determinó el progreso de Andalucía, y con ella el de España entera. Ese día de 1980 los andaluces nos ganamos en las urnas el derecho a enarbolar la bandera de la igualdad, y evitamos con nuestra lucha que se consagrara para siempre el Estado asimétrico que habían planeado algunos, con españoles de primera y españoles de segunda. Ese día establecimos también que el reconocimiento de la diversidad no puede ser jamás coartada para la discriminación y que se debe trabajar por lo que nos une y no por lo que nos separa.

Ahora, en este 2016, la centralidad de Andalucía es igual de necesaria que hace 36 años: ser el fiel de la balanza de nuestro país y ahuyentar las tenciones de quebrar la igualdad. Andalucía tiene peso y tiene voz, y esa voz se eleva hoy no solo para defender lo que atañe a nuestra tierra, sino que se alza también para reivindicar un proyecto de España integrador y solidario, en el que nadie es menos que nadie. No conmemoramos un 28-F más: Andalucía estará atenta a los movimientos de quienes quieran hacer saltar por los aires el actual el modelo de convivencia.

La esperanza con la que los andaluces participamos en aquel referéndum no ha caído en saco roto. Hemos dejado atrás la losa del atraso histórico de un prolongado olvido y hoy Andalucía es tierra de oportunidades y futuro en lo económico, social y político. Los andaluces nos reconocemos en una comunidad moderna y pujante, con infraestructura de primer nivel, con una sanidad pública de vanguardia que es referencia fuera de nuestros límites geográficos, con una industria aeroespacial potente, una agroindustria de calidad y vigorosa de alcance internacional, y el orgullo de centrar nuestro esfuerzo en la protección social de los que peor lo han pasado en la crisis, garantizando la igualdad de oportunidades de todos.

Pero no estamos satisfechos, debemos seguir trabajando para mejorar. Y sobre todo, no nos resignamos a la alta tasa de paro, pese a que se han dado grandes pasos, y según la Encuesta de Población Activa durante 2015 el paro descendió en Andalucía en 197.400 personas y se han creado 137.500 nuevos empleos, el mayor avance del país (uno de cada tres desempleados menos es andaluz). Combatir esta lacra es mi prioridad y mi obsesión, y por eso en 2016 vamos a destinar al empleo y desarrollo económico más de 2.037 millones de euros, un gasto que duplica el de 2015. La previsión es que se genere unos 110.000 puestos de trabajo.

Si venimos de más lejos, es preciso que vayamos más rápido. Estamos en la senda correcta: contamos con un contexto institucional estable que está permitiendo el crecimiento porque da seguridad y confianza, y promueve expectativas dentro y fuera de nuestra tierra.

Aquí se crean más empresas que en el resto de España. Desde el Gobierno andaluz apoyamos al empresario porque es una manera de apostar por el empleo, fomentamos la actividad con fondos reembolsables y acabamos de aprobar un decreto que permitirá un ahorro de una media de seis meses a la hora de poner en marcha un negocio.

Mi propósito es producir un cambio estructural del modelo económico que compatibilice los sectores tradicionales y los emergentes, sin olvidar la cultura y el patrimonio natural. Me refiero a la convivencia de segmentos de arrastre, como el turismo, la agricultura, la construcción sostenible o la minería, con los campos aeronáutico (puntero en Europa), biotecnológico o las energías renovables, que aún tienen mucho que aportar.

El Gobierno andaluz siempre ha tenido claro que la salida de la crisis económica no puede traducirse en recortar los cimientos sobre los que debemos residenciar la recuperación, como es la I+D+i y, en consecuencia, las políticas asociadas se van a incrementar más de un 65%.

En esta tarea, el espíritu pujante de Málaga es hoy más necesario que nunca. Cuenta con una joya como el Parque Tecnológico de Andalucía, modelo empresarial y de transferencia y aplicación del conocimiento; un importante tejido productivo y un sector turístico que es ejemplo de diversificación y de aprovechamiento de recursos naturales, culturales, gastronómicos y náuticos.

Y si hemos tenido claro que los platos rotos de la crisis no los podía pagar la apuesta por la modernidad y la vanguardia, aún mucho menos los derechos sociales y el Estado del bienestar. El Gobierno andaluz ha sido el contrapeso de la austeridad implacable que se ha intentado imponer y ha realizado un reparto equitativo de los ajustes, sin privatizaciones, protegiendo o garantizando el empleo público, salvaguardando siempre los servicios públicos esenciales, con un colchón de seguridad en sanidad, salud y dependencia que no existe en otras comunidades. Porque el bienestar de los andaluces, la justicia y la igualdad constituyen del modelo económico que estamos construyendo. De la crisis saldremos todos y saldremos bien.

Muy pocos ponen en duda ya que la autonomía nos ha servido para ser mejores. El Día de Andalucía debemos invocar nuestro espíritu más reivindicativo -del que seguimos extrayendo tantas lecciones-, un espíritu que debe ser constantemente fortalecido, sobre todo en tiempos de incertidumbre.

Andalucía no solo es la comunidad donde viven más españoles, también es la que con más determinación está apostando por la igualdad de los ciudadanos, como en 1980 lo hicieron los hombres y mujeres de nuestra tierra en las calles y en las urnas. Tiene que quedar muy claro que no vamos a consentir ni privilegios ni velocidades distintas. No permitiremos una marcha atrás. Con todo eso acabamos los andaluces pacífica y ejemplarmente hace 36 años. Un 28 de febrero.