UCD es un polvorín, en Madrid y en Andalucía. Cada día es un problema y cuando de nuevo aprieta la tuerca el gobierno de UCD en otro intento de aplazar el referéndum, Rafael Escuredo se declara en huelga de hambre del 3 hasta la medianoche del 5 de febrero. Un bombazo. Un presidente autonómico de esta guisa, ver para creer. La izquierda le sigue y más de cincuenta ayuntamientos acompañan a Escuredo, de ellos el más llamativo Marinaleda con Sánchez Gordillo a la cabeza. Y ante el Pabellón Real se van congregando jornaleros del SOC, liderados por Paco Casero que, como es habitual en su persona, también se declara en huelga de hambre.

A Felipe González no le hace gracia, y menos a Guerra, a Rodríguez de la Borbolla tampoco, aunque no critica la decisión del presidente. Felipe, sin embargo, va a verle pese a que está recién salido de una neumonía. Es sabido que González y Guerra no le hacen ascos a ralentizar la autonomía por su complejidad y porque hay un consenso con otras fuerzas políticas (UCD, CIU y PNV) para que el diseño autonómico no se desmadre. Hay dirigentes de UCD que hablan de la «locura andaluza del 151» tal como dice el ministro José Pedro Pérez Llorca, al que llaman «el zorro plateado».

Cuando UCD, una vez más, da marcha atrás, Rafael Escuredo abandona los tres días de huelga y ante un mar de banderas blanquiverdes ondeando ante las escalinatas del Pabellón Real, con cientos de personas pidiendo autonomía y libertad. Baja por la escalera con cara sonriente pero demacrada, con su hija en los brazos. Con él, abandonan la huelga de hambre Quino Galán, Antonio Ojeda, José Luis López, Enrique García Gordillo y José Luis Hernández, sus fieles escuderos siempre dispuestos a velar las armas autonómicas junto al presidente Escuredo.

Más de 60 municipios de la sierra sur sevillana, donde está muy fuerte el SOC, apoyan la huelga de Escuredo con ayunos y otras iniciativas. La acción de Escuredo es como un ramalazo que se extiende por toda Andalucía, sumándose municipios como Marbella, Estepona, Torrox y tantos otros.

Pero no todos los militantes de UCD y cargos intermedios están por seguir los pasos que le dictan los prebostes de Madrid o de Andalucía. Lo sabe muy bien quien fuera secretario general de UCD Andalucía, Carlos Rosado, para quien «el sacrificio, voluntario o no, de la clase política centrista andaluza merece considerarse como una valiosa contribución a la estabilidad de la que goza hoy Andalucía». Y rechaza las simplificaciones históricas que identifican a UCD como reducto de «enemigos» de Andalucía y semillero de anti autonomistas, poniendo como ejemplo a muchos centristas que hicieron campaña a favor del «sí» y destacando el ejemplo, además de él mismo, a Soledad Becerril, del ala liberal de UCD, que ya en noviembre de 1977 defendía un estatuto para Andalucía.

O como hiciera otro centrista convencido de la autonomía, Pedro Valdecantos, senador, consejero y concejal del Ayuntamiento de Cádiz que manifestó que el Gobierno de Suárez «no fue consciente del proceso político que se abría», haciendo hincapié, como el mismo Carlos Rosado tiene escrito, en que «sin el respaldo de los ediles centristas andaluces a este proceso (vía artículo 151) no habría podido iniciarse en 1979, lo que habría retrasado nuestro acceso a la autonomía y, sin duda, reducido nuestros techos competenciales».

Geranio, como símbolo. No se rompieron demasiado los cascos los creativos de la Junta para diseñar la campaña del 28F. Símbolos sencillos, cercanos a los ciudadanos, como la maceta en una ventana, pintada de verde. Hay pocos medios, mucha imaginación y las cuñas pare pedir el «sí» son sencillas, con voces que hablan con naturalidad como la de Idilio Cardoso. El consejero de Interior, Antonio Ojeda, es quien busca créditos y su director general, José Aureliano Recio, es el responsable de la campaña a la que se suman una pléyade de cantantes y artistas, desde Camarón de la Isla, pasando por Carlos Cano, María Jiménez, Pepe Umbral, los grupos Alameda y Mezquita y una riada de cantaores flamencos, muchos de ellos militantes en partidos de izquierdas como Pepe Suero, Meneses y otros.

Andalucía se ha declarado en guerra y los jornaleros organizan una huelga general del campo y la UCD empieza a desangrarse, siendo en Sevilla donde más se nota. Con Don Manuel (así era conocido el ministro dimisionario, Clavero Arévalo) abandonan UCD López Polanco, que había ganado las elecciones a la alcaldía sevillana, que luego sería para el andalucista Luis Urruñuela gracias a los pactos de izquierda, también deja el barco centrista Carmen Llorca y otros destacados dirigentes de UCD, no así el diputado y ministro García Añoveros, fiel a Adolfo Súarez. Este ministro de Hacienda le da Andalucía para la campaña institucional sólo 125 millones de pesetas, cuando a los vascos y a catalanes le ha dado 700 millones. Cuando Antonio Ojeda muestra su extrañeza por trato tan discriminatorio le dice de forma tajante: «Eso es lo que hay» y Ojeda se vuelve a Sevilla mascando la amargura por el desigual trato.

Pero aún habría más. La campaña institucional se reduce a sólo 15 días, cinco menos que las de Euskadi y Cataluña. Pero el colmo del desatino y el de querer humillar al pueblo andaluz estaba por venir: la pregunta que se someterá a votación.

La pregunta. Nadie quiere ser el padre putativo de la pregunta que se inventó el Gobierno de Suárez para torpedear la autonomía y hacerle descarrilar, pero la historia tiene dicho que fueron al alimón el diputado cunero por Cádiz, José Pedro Pérez Llorca y el secretario general de UCD, Rafael Arias Salgado. Hay quien apunta a otro diputado cunero por Jaén, Landelino Lavilla, pero en lo que sí hubo casi unanimidad es en que la pregunta era una putada, que no le entendían ni quienes la redactaron y que al pueblo andaluz le hizo levantarse en armas, negando la mayor y votar mayoritariamente sí.

Para recuerdo de descreídos, que los hay, este es el texto de la dichosa pregunta que se formuló por Madrid para desgracia del pueblo andaluz: «¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constitución a efectos de su tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?». La pregunta se las traía y la cosa se ponía más que negra.

Pepe Recio se echa sobre sus espaldas, por decisión directa de Rafael Escuredo, la campaña publicitaria para ganar. Alquila una oficina en el Edificio Sevilla 2 y allí planifica con un reducido grupo de inasequibles al desaliento las acciones. A su lado están los creativos de Arge y Alas, las dos agencias que llevarán la campaña y diseñan una de las claves: la valla del balcón con geranio, la bandera blanquiverde y el fuerte impacto de la fecha mítica: 28F. Y para dar la matraca por todos los pueblos, un autobús inglés de dos plantas con un viajero muy especial: José Rodríguez de la Borbolla, secretario general de los socialistas, que vende como nadie el sí en el 28F.

En contra, una campaña de UCD altamente provocativa que pone en la voz de Lauren Postigo aquello de «andaluz, éste no es tu referéndum». Esta campaña, como tiene escrito Carlos Rosado, se volvió en contra del partido del Gobierno y contra Suárez y sus ministros más recalcitrantes.

La noche del Casino. Acompañaba a Borbolla en su recorrido por Andalucía y al salir de la provincia de Granada camino a Almería, una pintada resumía mucho de lo que estaba sucediendo en esta provincia. Estaba escrito, con trazo gordo en una pared: «Aquí termina Andalucía». El diputado de UCD Gómez Angulo, firme defensor de unirse a Murcia, era el inductor. La lucha en Almería, la única provincia dónde la izquierda tenía menos poder que la derecha, era clave en el proceso autonómico y Rafael Escuredo, consciente de ello, se vació recorriendo pueblos y cerrando el 26 de febrero en Almería capital la campaña en un acto apoteósico, con asistencia de más de 20.000 almerienses en las Naves de Saltúa, con todos los alcaldes de capitales de provincias presentes, el diputado comunista Rafael Alberti y una pléyade de artistas para quitar el hipo con dos estrellas únicas, Carlos Cano, que presenta a Rafael Escuredo, Camarón de la Isla y otros. Este mismo día y en horario estrella, UCD contraprograma y saca a la pantalla de TVE a Adolfo Suárez, más encantador de serpientes aquella noche como nunca para pedir la abstención o el voto negativo.

El 28 de febrero amanece lluvioso en toda Andalucía y se montan los cuarteles de los partidos y el Gobierno de Escuredo vela armas en el Pabellón Real. El consejero de Interior, Antonio Ojeda, tiene serias dudas sobre los censos en algunas provincias, sobre todo en Almería. Y llegan incidencias provocadas en muchas mesas electorales por la llegada de mercenarios de UCD contratados por Rodolfo Martín Villa y Rafael Arias Salgado, aunque siempre lo negaron, que hacían de censores en las urnas, provocando tensiones. Mercenarios a 1.500 pesetas el día, bocata de mortadela o de calamares y sin saber a ciencia cierta qué coño hacían en Andalucía salvo entorpecer el sí de los andaluces.

En el Casino de la Exposición se monta la sala de máquinas del recuento de los votos, de forma muy artesanal, con los datos que llegan de provincias apuntados en pizarra y con tiza. Pepe Borrero, colaborador de Ojeda y Recio, era el encargado de anotarlos. Conforme avanzaba la tarde crecían los rumores. UCD, que había hecho sondeos de votantes a pie de urna gracias a sus mercenarios, a media tarde sabe que en Sevilla el Sí ha sido aplastante. Cerradas las urnas el Gobierno conoce que hay cinco provincias más que superan el listón del 50% exigible.

Y hay dos donde existen dudas, Jaén y Almería. El telediario de TVE proclama a todos los vientos que Andalucía había rechazado la vía autonómica del 151. Cuando los andaluces se levantan el 1 de marzo saben que sólo se quedó descolgada Almería. En el censo, muertos y emigrantes también votaban.

Y la UCD saltó hecha añicos y a partir del 28F la izquierda se hizo con el poder andaluz. Con Rafael Escuredo al frente hasta que fuera sustituido por Rodríguez de la Borbolla. Pero ésta es ya otra historia. El Estatuto Andaluz fue aprobado por el Congreso de los Diputados el 1 de octubre de 1981. Y ya nada fue igual. Andalucía entró en la historia.