Terminó el ejercicio de resistencia. Al menos, en la teoría y en la programación lectiva. Andalucía dio ayer un paso definitivo para la adaptación a la Lomce con la aprobación del proyecto de ley de los decretos que quedaban pendientes, y que tendrán que ser aprobados sin más dilación para cumplir con la obligación de iniciar el próximo curso, ya sin nuevas treguas, con un modelo educativo plenamente integrado en el engranaje de la normativa. Incluido, en lo que respecta a sus aspectos más polémicos: la reválida vinculante del final de la ESO y la división, a partir del último año de Secundaria, en dos itinerarios, el que se orienta a los estudios universitarios y el que tiene como horizonte la Formación Profesional.

El nuevo marco legislativo, validado por el Consejo de Gobierno de la Junta, supone el fin de la incertidumbre y cierra la entrada del sistema educativo andaluz a la controvertida ley impulsada por el exiministro Wert y defendida posteriormente por la administración de Rajoy, que forma parte, incluso, en estos días, de la agenda de campaña de los candidatos electorales. En lo que respecta a la región, y tras las adaptaciones anteriores, Andalucía, la más renuente y lenta a la hora de aplicar los cambios, confirma con estos decretos el cumplimiento de lo exigido por Madrid, que aún no había sido insinuado por parte de la Consejería de Educación en el currículo obligatorio de 3º y 4º de Primaria y 2º de Bachillerato.

La puesta a punto para la entrada en vigor de la Lomce comporta la multiplicación de la oferta educativa, que pasa a contar con un mayor número de optativas, si bien a costa de agitar el fantasma de la segregación prematura antes de tiempo. El decreto específico para la organización de la educación secundaria no deja en este sentido ninguna duda: los alumnos que terminen 3º de la ESO tendrán que elegir forzosamente hacia dónde encaminan su futuro, con un recorrido trazado hacia la Universidad y otro hacia la FP, que en el borrador se esboza con el título de enseñanza aplicada.

Las diferencias entre ambas opciones supone, en la práctica, la adquisición, más allá de las materias compartidas, de competencias muy distintas y ajustadas a planteamientos vitales y vocacionales disímiles. Así, al estudiante que se decanta por la llamada vía académica se le da la oportunidad de escoger dos asignaturas incardinadas en un grupo de seis entre las que figuran Biología, Geología, Economía, Química, Física y Latín, mientras que para los que se dirigen a la FP, la oferta complementaria, planteada en los mismos términos, se reduce a tres, Ciencias Aplicadas a la Actividad Profesional, Iniciación a la Actividad Emprendedora y Tecnología. Y todo, en el contexto de un curso, el último de la ESO, que la propia legislación se encarga de definir como esencialmente propedéutico, es decir, de preparación para lo que está por llegar: el mapa, más diferenciado aún, de las materias de 1º y 2º de Bachillerato o de otras alternativas de formación.

La implantación de la Lomce, aunque deja la puerta abierta al arrepentimiento y el cambio, no se olvida en estos decretos de ir enfocando la decisión en los años precedentes. De hecho, el articulado establece la obligación en todos los cursos de Secundaria de emitir un informe sobre cada estudiante, con una auditoría final orientativa para los padres. El otro aspecto revolucionario de este nuevo tramo final de la ESO alude a la reválida, que ha sido muy criticada por la comunidad educativa por su difícil encaje con el espíritu de evaluación continua que preside desde hace más de treinta años la formación obligatoria en casi toda España. El examen de 4º de ESO, diferente en cada uno de los dos itinerarios, aunque con las puertas abiertas para los alumnos que se atrevan con ambos, no está concebido para decidir por sí mismo el destino de los estudiantes, pero se reserva mucha capacidad vinculante: de entrada, el alumno deberá superarlo, jugándose de paso a una sola carta el 30% de la nota -en el correspondiente a Bachillerato, la antigua Selectividad, el peso en los currículos es del 40 por ciento-.

Los dos últimos cursos de la programación, 1º y 2º, tampoco están exentos de novedades en la formulación que hace la Junta para adaptar la Lomce. El cambio más significativo se da en la organización de las asignaturas y su distribución en el horario. Sobre todo, en lo que respecta a las optativas; si hasta ahora el alumno podía escoger una materia entre tres o cuatro de 4 horas semanales, a partir de ahora ampliará la opción a dos, aunque con la mitad de carga docente. La nueva disposición hace, por ejemplo, que Historia de la Filosofía, pase a dos horas por semana, además de introducir otras modificaciones como la relativa a Cultura Científica, que se convierte en una optativa más -antes rivalizaba en el programa con Religión y Educación para la Ciudadanía-. En cuanto a Lengua Castellana y Literatura, se mantiene con una hora menos a la semana, 3, que otras troncales.