Recaudar fondos para costear el tratamiento que mejorará significativamente la calidad de vida de Pablo Fernández Ruiz, un joven de Frigiliana afectado con parálisis cerebral desde su nacimiento, hace 15 años. Así reza la campaña divulgada ayer por el Ayuntamiento del municipio axárquico, con la voz de una madre, Yolanda Ruiz González, como portavoz de esta historia de solidaridad y entrega familiar.

Esta progenitora reconoce que siempre ha intentado encontrar «cualquier resquicio de esperanza que mejore las condiciones de Pablo». Pero no ha sido hasta ahora, tras saber por televisión de la existencia de la Terapia de Scotson, cuando ha visto culminado parte de su sueño.

«Son una serie de ejercicios que mejoran notablemente el estado de los pacientes que, como mi hijo, tienen movilidad reducida a causa de diversas enfermedades, entre ellas la parálisis cerebral». El problema, como en tantos y tantos casos parecidos, es el coste del tratamiento. Requiere un traslado a Inglaterra y costear la estancia durante el mismo.

Pero Yolanda, que incluso ha visitado a un niño de cinco años en tierras gaditanas para conocer hasta qué punto el tratamiento es positivo, ya ha ideado la fórmula para empezar a recaudar fondos. «Le he explicado nuestra situación al Ayuntamiento y hemos abierto la posibilidad de trabajar la barra que se instala dentro de unos días con motivo de la celebración del Día de San Sebastián, el patrón de Frigiliana», explica.

El Consistorio aprobó en sesión extraordinaria, el pasado 29 de diciembre, la cesión de los derechos de explotación de dicha barra. El primer reto es lograr un mínimo de 1.000 libras esterlinas (al cambio unos 1.200 euros), de manera que se pueda poner en marcha una primera semana de valoración y tratamiento diario y se afronten los primeros gastos de desplazamiento y estancia. «Es el inicio», porque, como agrega Yolanda, Pablo deberá acudir tres veces al año al centro inglés para ser evaluado sobre su evolución.

La terapia incluye varias etapas hasta que el paciente consigue la máxima recuperación posible, según cada caso. Pero lo normal es que el tratamiento se prolongue durante tres años, con unos costes que la familia no puede asumir.