El profesor de Biología Evolutiva y director del Arnold Arboretum de la universidad estadounidense de Harvard, William Friedman, visitó ayer la finca experimental La Mayora, con motivo del 50 aniversario de estas instalaciones del CSIC, y quedó «maravillado» con su potencialidad como almacén genético, donde recorrer a través de las especies florales la historia del planeta Tierra. Este experto en el legado de Darwin aseguró que el chirimoyo es un «dinosaurio viviente» entre las especies vegetales y que, con otra veintena de variedades, el centro ubicado en Algarrobo podría convertirse en un parque jurásico de la flora mundial o, «mejor dicho, un parque cretácico» –del periodo comprendido entre el Jurásico y el Paleoceno–.

¿Cómo nace la colaboración entre la Universidad de Harvard y la finca axárquica La Mayora?

Estas instalaciones son un verdadero ejemplo mundial de preservación de las variedades florales. Pero además, por el clima de esta parte de Europa, no hay otro rincón del planeta con tantas variedades de árboles como el chirimoyo, que es de las especies más básicas que hoy en día encontramos dentro de la evolución de la flora que se conoce. Contactar entre científicos estadounidenses y españoles proporciona una oportunidad fantástica de avanzar en el análisis de nuestros orígenes. Darwin fue el primero que empezó a estudiar las plantas y buscó en los principios de las plantas en flor. En Algarrobo tenemos la base, de manera que podemos encontrar una visión completa, generalista como la que él tuvo.

¿De qué manera puede convertirse este centro malagueño en lugar de referencia?

Entre los científicos, con cierta frecuencia, se pierde la visión global de lo que se estudia. Tenemos que rescatar la idea de Darwin, de estudiar las especies más antiguas. Y a nivel de evolución, el chirimoyo es clave. Si junto a esta especie completamos La Mayora con hasta una veintena de especies básicas, obtendríamos un lugar único para el análisis de la evolución de las plantas.

¿Sería como un Parque Jurásico, pero basado en la flora?

El clima de la Axarquía es único en el hemisferio norte. Sólo podría darse un sitio donde reunir el mismo abanico de especies en lugares como Australia o Sudáfrica.

Y siendo una variedad tan antigua ustedes estudian ahora el posible cultivo de unas chirimoyas que no tendrían semillas.

Son estudios aún en desarrollo que tienen al frente a profesores como José Ignacio Hormaza, aquí en La Mayora. El chirimoyo tiene la ventaja de que se reproduce por injertos y, con cruces con otras especies, podemos dar saltos evolutivos también hacia atrás. Se ha encontrado una mutación natural de una especie cercana al chirimoyo que genera frutas sin semillas y, en estos análisis hemos podido colaborar estrechamente también. Se ha incluido este proyecto en una red estadounidense para evolución y desarrollo de variedades. No obstante, aunque se ha recogido ya en la prensa californiana, es un trabajo que puede tomar años hasta que tenga resultado comercial.

¿Existe alguna presión cuando se trata de dar viabilidad comercial a estas iniciativas?

Muchas veces, en especial en esta época de crisis, se olvida que los avances científicos pueden repercutir en la producción y también al revés, que la producción, la ciencia aplicada puede generar avances en la ciencia básica. Lo que no podemos es, por necesidad económica, comernos las semillas y no dejarles frutos a las futuras generaciones. Es necesario no detener la investigación.

¿Y se puede justificar la polémica acerca de los transgénicos?

Toda investigación depende de su uso. En mi país cierto transgénico ha fortalecido un virus. Pero por ejemplo las mutaciones en el arroz pueden solucionar el problema del hambre y salvar vidas. La mezcla de especies es tan antigua como el hombre. Y algunas, en materia energética, hasta pueden mejorar la sostenibilidad sustituyendo al combustible fósil.