Pedro Aguilar Miranda es memoria viva del Parque Natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama. El guarda forestal más veterano en este enclave protegido, justo después de jubilarse, ha decidido no obstante plasmar en un libro, «Con el viento en calma», lo que son precisamente sus recuerdos: «Es una forma de que futuras generaciones no olviden lo que ha sido esta parte de la Axarquía». En plena masa forestal, en El Alcázar de Alcaucín, nos atiende todavía con el brillo en los ojos de quien ha dedicado una vida entera, más de tres décadas, a un espacio medioambiental único en la provincia de Málaga.

¿Cuáles son sus primeros recuerdos de estas sierras que están protegidas hoy en día como Parque Natural?

Yo pasé toda mi infancia aquí en Alcaucín, un pueblo que siempre generaba mucho trabajo por la enorme riqueza que daban estas sierras en aquellos tiempos. Con siete años ya estaba subiendo a la sierra con las cuadrillas en las que participaba mi padre. Había mucho dinerillo para limpiar lo carriles, mantener bien el monte, acondicionado, y se generaba también la madera. Lo que no había era casi tiempo para ir a la escuela. A mí me llevaron mis padres. Pero aquel maestro era muy duro y me quitaron, después de que se enteraran de que le había pegado a otro chiquillo.

Pero no fue el único enclave en el que desarrolló su labor en pleno entorno natural.

Más tarde, después de hacer el servicio militar, estuve un tiempo en Ronda y también había mucho movimiento en aquellas sierras. En el libro recojo anécdotas y fotografías tanto de la Axarquía como de esa otra parte de la provincia. En la Serranía, por ejemplo, llegué a tener a mi cargo un camión lleno de hombres para trabajar desde que amanecía.

¿Cómo ha evolucionado a su juicio la conciencia de las personas respecto a lo que tenemos alrededor como patrimonio de carácter medioambiental?

Siempre digo que a favor tenemos que cada vez, en temas como los incendios, hay más concienciación con el cuidado de los montes. Y espero que las sierras Tejeda y Almijara, aquí en la Axarquía, donde vivo, sigan siendo una joya natural, un auténtico monumento natural. Aquí en mi pueblo, en Alcaucín, encuentras además de la cabra montés, muchos águilas reales o búhos reales. Y son dignos de ver los buitres cuando pasan por África. La mayoría se paran en Sedella, donde se instaló una buitrera para depositar todos los caballos o mulos que mueren en la provincia. Es un servicio público que está dando mucho resultado, como los que están instalados en El Torcal o en Cortes de la Frontera.

¿Se siente un poco el padre de este Parque Natural por haber sido el guarda forestal que más años ha acumulado en las tareas de vigilancia y cuidado de estos montes?

Me siento más el hijo que el padre de estas sierras. Porque he hecho un poco de todo. Desde muy niño he tenido contacto con todo tipo de tareas. Lo único que no he hecho es subirme en un avión. Y hasta los he cargado, porque había que prepararlos y ayudar en todo lo que hacía falta.

¿Hay algún personaje especialmente llamativo que durante años haya convivido con ustedes en estos parajes?

Recuerdo un hombre de Canillas de Aceituno que no pasaba un día que no subiera a ver las cabras. Se llamaba Fernando. Era muy muy mayor y todavía iba al Tajo de Vélez, a lo alto de la Sierra de Sedella, a llevar comida a los animales. Era digno de ver. Lo único que hacía para evitar algún percance, era avisar a un amigo del lugar al que iba, mediante unas piedras en el camino para marcar su camino. Al amigo sí lo he recogido en el libro, que se apodaba «Pan Seco».

Habrá también numerosas leyendas que se hayan tenido que quedar fuera de su libro por falta de espacio.

Algunos de los recuerdos antiguos que más curiosidad despiertan son los relacionados con los lobos. A finales del siglo XIX había muchos en estas sierras. Al parecer en Frigiliana se mató una loba que estaba preñada y tenía muchos lobeznos dentro. Y también he podido conocer numerosas historias curiosas sobre la cabra montés. Muchas personas se dedicaban a recoger esparto y había un contacto casi pleno con la fauna. Lo que echo de menos es que no se haya recuperado parte de aquel contacto, como se ha hecho en Cazorla, con actividades con algunas especies autóctonas.