Los coches de caballo en Nerja, con cerca de dos décadas de historia, son uno de los servicios públicos que más colorido le otorgan a las pintorescas y estrellas calles de su casco histórico. Sin embargo, pese a que no son pocos los visitantes que preguntan en las oficinas de turismo por este singular transporte, sus días pueden estar contados. Así lo relatan los dos últimos concesionarios, de un total de seis, que todavía permanecen en activo pese a la crisis que hace cuatro años les supuso abandonar su parada principal en el paseo Balcón de Europa.

«Sabíamos que iba a ser el fin a nuestra actividad. Por eso en ese momento nos movilizamos tanto. La prueba es que cuatro compañeros ya no están este verano aquí en la plaza de los Cangrejos. Si antes hacíamos 15 o 20 recorridos al día, ahora te tiras un día entero, hasta 12 horas, para llevar a dos familias o a una. No se gana ni para pagar las herraduras», manifiesta el más veterano de los dos últimos cocheros de Nerja, Manuel Miguel Narváez.

La plaza de los Cangrejos está situada cerca del mayor complejo hotelero del casco antiguo, el establecimiento Riu Mónica. Pero no es un lugar de paso para todos los turistas que pasean por la localidad. «Los turistas que vienen a La Torrecilla y esta parte cercana al río Chíllar son en su mayoría españoles y con apartamento o casa en propiedad por esta zona. Estamos fuera de los sitios por los que pasan los extranjeros», lamenta Daniel Jiménez, compañero de fatigas en esto de poder completar algún recorrido con su hermano Francisco Manuel. Ambos explotan una misma licencia.

Narváez defiende que a finales del mes pasado tuvo que ir a la herrería para poner a punto su caballo y que el servicio casi le costó 100 euros. «Haces números y en función de las horas que pasas en tu puesto esperando a que llegue alguien, no te compensa. Yo tengo ya mi edad y no sé en qué voy a poder ganarme el pan. Pero entiendo que gente joven como mi compañero busque en otro sitio algo mejor. Esto desde hace cuatro años es una ruina».

Daniel agrega que desde hace unos meses ha empezado a plantearse seriamente «otra cosa». La ganadería, desde los caballos hasta los bueyes, es su vida, como la de su hermano. Y, entre otras alternativas, barajan la posibilidad de intensificar la actividad complementaria de acudir a más romerías y festejos de la comunidad autónoma. Ambos hermanos, en su Nerja natal, además de explotar una concesión de coche de caballo, suelen contribuir al «lucimiento» de la romería de San Isidro. «Somos los que conducimos al patrón con la carreta que tiran nuestros bueyes. Es algo que hemos vivido desde niños y que no queremos perder. Es parte de la tradición de nuestra tierra», argumenta.

Pero tampoco son buenos tiempos para esos otros animales de tiro. El buey cada vez tiene menos tierras de labranza que arar, debido a que las explotaciones agrícolas pierden a pasos agigantados la rentabilidad de antaño, pero también porque se imponen los métodos modernos para remover los suelos antes de la siembra.

«No corren buenos tiempos ni para nosotros ni para casi nadie. La crisis es fuerte y no sabemos qué vamos a hacer el día de mañana –indica–. Pero mientras podamos vamos a seguir pegados a nuestros animales, buscándoles alguna salida. Si no puede haber ni un coche de caballo en Nerja, pues no lo habrá. Quizás más adelante alguien se dé cuenta de lo que pierde el pueblo como sitio turístico y vuelvan a llamarnos. O esperemos que alguien a tiempo nos busque una solución». Tanto Manuel Miguel como el propio Daniel subrayan que, pese a que estén ahogados por su nueva situación, lo más bonito es ver que los nerjeños les sigan apoyando, pidiéndoles sus servicios para bodas y eventos: «Sabemos que si fuese por todos esos vecinos, nunca dejaríamos de estar aquí».

«Hay un cochero que ha tenido que pedir dinero para sus letras»

Dos de los seis concesionarios de coches de caballo de Nerja, a raíz de las movilizaciones que se desarrollaron hace cuatro años con la intención de que no se les cerrase su parada principal en el paseo Balcón de Europa, fueron contratados por un periodo de seis meses como trabajadores municipales. Fue una medida transitoria que no ha tenido continuidad. La falta de trabajo en la plaza de los Cangrejos ha forzado a que cuatro de los cocheros ya haya arrojado la toalla. Uno de los casos más graves es relatado por Manuel Miguel Narváez, con lágrimas de emoción en los ojos, al saber que es el fin de su oficio: «Es tremendo saber que un padre de familia, compañero de ocupación, se ve obligado a pedirle prestado dinero a sus padres para poder pagar las letras, la hipoteca y lo demás. Nunca pensamos que un día nos íbamos a ver así».