«Durante los dos años que pude pasar en la India pude comprobar que allí la caña de toma fresca, recién cortada, como refrigerio en los meses de calor. Me traje la misma máquina que utilizan para poder extraer el jugo en cualquier sitio y así empezó nuestro negocio». Es el relato de un agricultor de origen santanderino pero afincado desde la pasada década en Maro, Jesús Arcera, que se ha encargado de recuperar, casi una década después, el cultivo tradicional de la caña de azúcar en Málaga con fines comerciales.

«Me vine a vivir aquí hace unos diez años, después de hacerme vegetariano. Llegué buscando la comida, no hay un lugar en España con una mayor variedad de vegetales. No existe otro rincón, por ejemplo, donde puedas encontrar el aguacate, que es como el jamón para el vegetariano por lo rico que está. Te haces un bocadillo de jamón y te quitas todo el hambre. Es como uno de bacon, pero con una diferencia grande», indica.

Jesús ya sabía por entonces que existían cañas de azúcar en esta zona subtropical del continente europeo, porque quedan algunas silvestres, en determinados enclaves del entorno de Maro donde reside. «De la India conocía de las ventajas nutritivas de la caña y de su utilización, en aquel país, como refresco natural, cortado al instante como el zumo de naranja que se sirve recién exprimido».

No se lo pensó dos veces, hace ahora tres años. Dedicó alrededor de 10.000 metros cuadrados para este cultivo, que cuenta ya hasta con certificación ecológica, y decidió emplear los meses de mayo a octubre a la comercialización del jugo de caña en multitud de mercadillos tradicionales o ferias de casi toda Andalucía. Incluso ha llevado la materia prima para triturarla delante del cliente a algunas áreas de la Meseta, incluida Madrid. «Servimos el jugo con hielo y zumo de limón y, en caso de que el cliente lo pida, le podemos añadir ron para transformarlo en mojito original».

Su puesto ya empieza a ser un referente en espacios lúdicos como el Festival Frigiliana 3 Culturas o en la tradicional Romería de San Isidro, en el recinto de la Cueva de Nerja. Pero también en muchas de las celebraciones típicas de La Alpujarra granadina. Llama especialmente la atención su actividad entre muchos inmigrantes sudamericanos o también entre los asiáticos: «Se sorprenden al ver que ofrecemos lo que sólo habían podido ver en su tierra», agrega.

Legado histórico en la Axarquía

No son pocos los adultos que recuerdan al ver las cañas trituradas cómo habían pasado buena parte de su infancia «chupando las cañas que les regalaban los mayores» en la mayoría de municipios costeros de la comarca axárquica. Pero también se dirigen a Jesús algunos mayores que han dedicado buena parte de su vida a la zafra, la exigente recolección de la caña debido a que requiere, previamente, que se quemen las plantaciones. «Lo que he sufrido yo con esto, me dicen a veces», especifica el propio Jesús.

Otros también subrayan que el auténtico mojito caribeño necesita el ingrediente principal, que en España, por ejemplo, se sustituye por azúcar de caña. Y es que sin el jugo de caña sabe diferente: «Es otra cosa lo que se prepara aquí. Por eso en el puesto siempre tenemos ron. Hay personas que han probado el mojito original y nos piden que al refresco que preparamos le agreguemos hierbabuena y algo de ron». Es la otra variedad que se ofrece con la misma materia prima que nace en Maro, en una finca de una hectárea cercana al Acueducto del Águila.

A Jesús hasta le han ofrecido dinero por el artilugio que adquirió en la India y que forma la base de su negocio itinerario. «Parece que todo es más fácil cuando llegan y te ven cortando las cañas en el puesto. Pero este cultivo es muy duro. Hay que trabajar bien, porque hasta han empezado a entrar algunas plagas que requieren de determinados tratamientos», relata. Ojalá que la caña haya vuelto para quedarse y que ni los insectos la vuelvan a amenazar dentro de un mapa malagueño que poblaron durante cinco siglos.

Se llegaron a producir 150.000 toneladas en los setenta

La provincia malagueña tuvo catalogados hasta una treintena de ingenios o fábricas donde extraer el jugo de la caña de azúcar que se cultivaba desde Maro, en el límite con Granada, hasta Manilva, sin olvidar las húmedas fincas colindantes con el río Guadalhorce, próximas a la desembocadura y a localidades como Churriana o Alhaurín de la Torre. Edificadas las primeras durante el siglo XVI, como herencia del pasado árabe de esta tierra -fue Colón el que la llevó hasta las islas caribeñas y no al revés-, a finales de la década de los setenta llegaron a transformar producciones máximas de hasta 150.000 toneladas. Todo es ya pasado.

A principios de los años 90 dejan de producir los últimos ingenios de la provincia, en Torre del Mar o Málaga capital, a raíz de la globalización que introducía en el mercado europeo melaza o ron a un menor coste. No obstante, hasta hace apenas un lustro, aún era posible transformar la caña en el último ingenio andaluz que quedaba operativo, en la localidad granadina de Salobreña. Desde ese instante, empresas como la frigilianense De la Torre SA han tenido que importar la materia prima desde otros continentes para elaborar su nutritiva miel de caña, un producto autóctono que se ofrece en los más refinados manteles de la provincia.