­«Lo que más te inquieta es saber por la Guardia Civil que horas después de que desapareciera empezó a azotar la zona de Torrox Costa un fuerte temporal que duró varios días. Y lo que peor llevas es el hecho de no saber dónde está. A diario pienso que en cualquier instante pueden presentarse con él en una caja de pino. Pero no vamos a perder la esperanza, hasta agotar la mínima posibilidad de hallarlo con vida en algún sitio». Así traduce en palabras su dolor Esther Martín, esposa de Antonio Jesús Moyano Pérez, de 30 años, el veleño desaparecido el pasado 27 de junio después de zarpar de uno de los varaderos de Torrox Costa.

Aquel día salió de casa y ni siquiera bajó las escaleras para despedirlo. «Él está en paro. Como necesitábamos el dinero puso el barco en venta. Había quedado por internet con un chico de Cádiz interesado por el barco. Fueron a probarlo. Él siempre se ha dedicado a comprar y a vender coches, barcos o cualquier vehículo. Quién iba a imaginar lo que pasaría después, que no iba a volver a casa», relata.

Empezó justo ese día un calvario para una madre que, pese a haber perdido diez kilos de peso, no ha dejado de ir a diario a su puesto de trabajo para poder mantener a sus tres hijos -dos niñas y un niño, de entre ocho y cuatro años-. «He ido junto a mi cuñado hasta Manilva», agrega. Y precisamente es el número de móvil de Salvador, único hermano de Antonio, el que facilita a las personas que dispongan de algún indicio fiable sobre su paradero: 645 240437.

Su llamamiento es casi desesperado a estas alturas: dos meses y medio después de que Joaquín Espinosa Ruiz, militar de apenas 24 años, recogiese en Vélez Málaga a Antonio para tomar el camino hacia Torrox Costa. Ya en El Peñoncillo, el propietario de la embarcación dejaría sus teléfonos dentro del utilitario de Joaquín. Esther le resta importancia a ese dato ofrecido por los agentes. «Él, de complexión fuerte, había perdido muchos móviles en el mar. Porque se los metía en el bolsillo y, como los llevaba apretados, con cualquier movimiento por las olas se le caían. Por eso llegó un momento en el que los dejaba siempre en tierra».

Esther apunta que en la familia ninguno sabía nadar. Además, los paseos a lo largo del litoral oriental de la Axarquía eran muy esporádicos. «Nos dábamos apenas un par de paseos en todo el verano. De ahí salió lo de venderlo». A la madre le sirvió esa excusa, la de la venta, para decirles a sus hijos que el padre regresaría más adelante. Sin embargo, en los últimos días, con el inicio del curso escolar, los pequeños empiezan a sospechar de la verdadera causa de la desaparición del progenitor.

Durante este verano no ha habido pista alguna por la que imaginar que el barco naufragase. Incluso la madre de Joaquín, Maribel Ruiz, ha viajado a Marruecos para encontrar algún rastro de su hijo y facilitar además detalles de la embarcación, como sus ocho metros de eslora o que como nombre tenía inscrito el de «Poyoyo».

Ni rastro de él, ni de Joaquín Espinosa Ruiz

Antonio Jesús Moyano Pérez, de 30 años de edad, inició su travesía marítima en compañía de Joaquín Espinosa Ruiz, de 24 y militar de profesión. El segundo localizó al primero por internet, una vez que hace dos meses adquirió el título para pequeñas embarcaciones recreativas y quería comprar una para poner en práctica sus conocimientos. De ninguno ha quedado rastro.