El arqueólogo municipal de Vélez Málaga, Emilio Martín Córdoba, considera que con estos hallazgos «los manuales sobre la historia veleña ya se han quedado obsoletos. Tenemos sobre la mesa unas conclusiones científicas que van a cambiar el sentido de la historia de Vélez Málaga. Hasta ahora no había constancia de un origen tartésico en el origen del casco histórico de esta ciudad».

Paradójicamente, tras la presencia de los fenicios durante más de 75 años en Algarrobo -en los emplazamientos del Morro de Mezquitilla y Chorreras-, finalmente se observa que la «mezcla» de las aristocracias de una y otra cultura permiten impulsar una sociedad nueva, con intereses comunes, y hacia el siglo quinto antes de Cristo se constituye un núcleo nuevo, más cerca del mar, denominado Maenoba. Fue un emplazamiento heredero de Toscanos o del núcleo reseñado de la Alcazaba-Fortaleza de Vélez.

Si en Chorreras, en la desembocadura del río Algarrobo, habían llegado a convivir unas 500 personas, durante esa anterior convivencia entre tartesios y fenicios en la Axarquía, la importancia de Maenoba también está certificada. De hecho, este núcleo perviviría hasta la época romana y serviría como emplazamiento productor de salazones y del codiciadísimo garum.

Estos salazones ya habían empezado a producirse en Chorreras, donde destacan la existencia además de «casas aterrazadas como las existentes hoy en día en Árchez o Salares». Martín Córdoba señala que los fenicios llegaron buscando negocio, pero traen hasta la comarca axárquica «una auténtica revolución». Portan hierro con «una alta tecnología», pero hallan población «preparada para eso». Unas primeras gallinas ponedoras, higueras, granadas o el alfabeto son parte de su «legado».