Benagalbón ya no tiene la población de antaño. Recuerda con nostalgia los tiempos en los que fue cabecera del municipio, sede del ayuntamiento. Pero a cambio sí que presume de tradición. Ayer volvió a demostrarlo, al reunir al gran abanico del folclore malagueño en lo que a pandas de verdiales se refiere. Nueve agrupaciones festeras, a golpe de «chinchineo», se jugaron 10.000 euros en premios -aunque las cantidades para unas y otras prácticamente no varían- y volvieron a convertir a la localidad en capital de tan ancestral variedad musical.

La vigésima segunda edición del concurso de verdiales de Benagalbón arrancó a las seis de la tarde, con los primeros encuentros o choques entre las pandas participantes. Perder el ritmo en la lucha a pares acarrea la descalificación. Así que desde horas antes ya se les podía ver a los festeros ensayar una y otra vez. Para entonces ya también tomaban sitio muchos de los casi 10.000 visitantes que tomaron este pintoresco pueblo.

La localidad situada en el término de Rincón de la Victoria reunió en esta ocasión a la primera agrupación autóctona, la que lleva su nombre a otros encuentros populares de características similares o a ferias en general, las primeras de los Montes y del Puerto de la Torre, otras también muy populares, como son las de Jotrón y Lomillas o Santón Pitar, así como a las pandas Montes del Guadalmedina, Arroyo Gálica, Manantial y Batanás.

Este evento aparece en la lista de celebraciones que son Fiesta de Interés Turístico Andaluz y en las de Singularidad Turística Provincial. Pero no sólo es especial por este motivo. También lo es porque lo alberga el núcleo urbano que alberga el Centro del Folclore Malagueño. De hecho, a las agrupaciones reseñadas se les unió ayer, a modo de exhibición de todos los estilos -porque las que participan son únicamente del estilo Montes-, las pandas Primera de Comares y Raíces de Almogía.

Los máximos responsables municipales, con la alcaldesa Encarnación Anaya (PSOE), y la concejala de Cultura, Alina Caravaca (IU), al frente, incidieron en que durante décadas se llegó a perder parte del esplendor del verdial en un núcleo como Benagalbón, en cuyas raíces históricas se encontraba el origen de esta tradición. De esa manera, hace ya más de dos décadas, un grupo de vecinos decidió recuperar el concurso que actualmente es conocido incluso fuera de las fronteras de Andalucía.

Muchos de esos ciudadanos siguen cada año esforzándose para que no nada falle y están agrupados bajo el paraguas colectivo de la denominada Peña El Revezo. «Es una fiesta turística de primera magnitud», expresó Anaya. Uno de los concursantes agregaba que la clave está en «no perder el ritmo», en abstraerse de la música que pueda imponer la panda rival. Y es que los encuentros entre agrupaciones, dos a dos, se suceden casi sin descanso y basta con que una de las dos pierda el hilo para que permita a la contraria proclamarse ganadora de esta especia de «eliminatorias».

Las pandas que ayer midieron su capacidad musical, en unas series en las que cada vez se debe tocar más rápido, al objeto de propiciar el error de alguna de las dos participantes en cada choque, distan bastante de las de hace años. Se ha recuperado hasta la configuración originaria: con alcalde, abanderado, violín, de dos a tres guitarras, dos platilleros y un pandero. Sólo se les agrega, para dar aún más color, los integrantes del baile.

Además ha desaparecido la megafonía y se han suprimido incluso los escenarios, de forma que los visitantes puedan contemplar los choques como en las fiestas más antiguas, casi «codo con codo». De esa manera, el turista se sumerge en la fiesta de manera excepcional.