Nada más llegar a la Sala de la Virgen, la principal de la Cueva del Tesoro y la primera que contemplan los visitantes, Manuel Laza se apoya en la barandilla y esta cruje y se bambolea para todos los lados. Manuel, uno de los propietarios e hijo del redescubridor de esta joya arqueológica de Rincón de la Victoria, declarada Bien de Interés Cultural en 2002, ve cómo un grupo de extranjeros, con un niño de pocos meses a la espalda, pasa junto a la barandilla que les separa del conocido como Pozo del Suizo, un pozo cubierto por una reja metálica semidesprendida y eso que en esta oquedad de seis metros de profundidad, un pequeño descansillo y otros seis metros más de abismo perdió la vida en el XIX precisamente el suizo Antonio de la Nari.

La Opinión, que visitó la cueva con Manuel Laza en noviembre de 2011, repite la visita casi cuatro años más tarde. En aquel entonces empezaba a gobernar el PP, cuya concejala de Turismo, Marta Marín, achacó las deficiencias al equipo de gobierno anterior, formado por socialistas e independientes. Desde junio de este año gobierna un cuatripartito formado PSOE, Ahora Rincón, IU y el PA.

En estos cuatro años, Manuel Laza destaca como el principal logro de los populares la casi erradicación del mal verde, el grupo de bacterias, hongos y algas que se reproduce por una vetusta iluminación cálida y la acción de la humedad, un plaga que se come la piedra y que había colonizado grandes extensiones de cueva. Pero en la actualidad sólo quedan dos puntos muy reducidos de este tipo de bacterias en la Sala de los Lagos.

Como curiosidad, en 2014 un grupo de científicos del CSIC que analizó el mal verde para eliminarlo anunció que había encontrado microorganismos útiles para la elaboración de antibióticos. A este respecto, Manuel Laza admite que el cultivo de hongos «es beneficioso para la ciencia, eso se sabe de siempre y se puede estudiar pero otra cosa es dejar estos cultivos al aire libre en una cueva prehistórica de gran valor». Por eso pide que si realmente se va a sacar provecho científico del mal verde, «debe aislarse y tener el seguimiento de un equipo científico, algo que no ocurre ahora».

Y si la eliminación del mal verde ha sido un éxito casi absoluto, cuatro años después el resto de deficiencias denunciadas por Manuel Laza continúa. Además, entre los proyectos volatilizados se encuentra el moderno centro de interpretación de la Cueva que iba a inaugurarse en 2013 financiando en su mayoría por la UE.

«El resto de problemas sigue», comenta, y uno de ellos es una iluminación desfasada, cálida, corresponsable con la humedad de la plaga de hongos y bacterias.

En cuanto a las barandillas, además de moverse, muchas de ellas están literalmente podridas y los visitantes, en este entorno oscuro, se la juegan si tratan de apoyarse en ellas. «El anterior equipo de gobierno, y mi familia accedió, pidió una subvención de 30.000 euros para el arreglo de las barandillas pero el alcalde Francis Salado en un pleno me contestó, al ver que no se habían arreglado, que las prioridades habían sido otras, no para la cueva», recuerda Manuel Laza.

También le sigue preocupando el que este Bien de Interés Cultural, habitado por Homo sapiens y neandertales hace 30.000 años y con pinturas rupestres, tenga desde comienzo de los 90 -cuando la cueva es alquilada al Ayuntamiento- un ascensor, un añadido no consultado con la familia propietaria y que es un trasvase continuo de microbios. «Es una cosa que debería eliminarse», cree Manuel Laza, al que también le parece inaudito que tenga servicios encima, lo que puede crear filtraciones. «En la Cueva de Nerja los servicios están fuera», destaca.

En la Sala de la Virgen, por cierto, descansa una tarima de madera «y que se está pudriendo por abajo».

A lo largo del recorrido, en algunos recovecos se amontonan cables en completo desorden o aparece, cerca ya de la Sala del Volcán, la base oxidada en la que se apoyaba un bafle, huella de los antiguos espectáculos de luz y sonido de la cueva en los años 70.

Y en la superficie Manuel Laza considera incomprensible la existencia del edificio de la radio municipal del Rincón, pegado a la recepción del monumento. «Este edificio no pinta nada, está desaconsejado expresamente por la legislación: encima de un Bien de Interés Cultural tú no puedes construir nada».

Manuel Laza, cuya familia tiene la cueva en propiedad desde hace un siglo, recuerda que su padre, el investigador Manuel Laza Palacio, que compró por una simbólica peseta la cueva y los terrenos a su tío Enrique Laza en 1951, cedió al Ayuntamiento la superficie y el entorno de la cavidad pero segregó la propiedad de la cueva, que tras su muerte pasó a sus hijos.

La Cueva de la Victoria. Precisamente en la superficie, en un terreno vecino, se encuentra el parque arqueológico de la Cueva de la Victoria, seis veces más pequeña que la del Tesoro y sólo visitable para investigadores. En 2005 la constructora Edipsa, con el asesoramiento de un arqueólogo instaló luces led en el suelo de la cueva y un suelo terrizo que no forma barro y en la superficie levantó la réplica de un tramo de la cueva con pinturas rupestres además de colocar plantas autóctonas. Este es el modelo al que aspira Manuel Laza para la Cueva del Tesoro, en cuya superficie hay por cierto plantas no autóctonas cuyas raíces pueden llegar a dañar el BIC. Los problemas, cuatro años después, persisten.