­En pleno corazón de la Axarquía, con apenas 600 habitantes, Cútar luce en sus calles con orgullo el pasado morisco y presume de candidato a la presidencia del Gobierno, pues aquí se encuentran las raíces más andaluzas del líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

Una carretera sinuosa se adentra en tierra de viñas hasta llegar a este pequeño pueblo, que fue territorio de monfíes, los moriscos que se resistieron a abandonar la tierra andaluza en la que habitaron durante 800 años, y que ahora tiene a su vecino más ilustre en Albert Rivera, el nieto de Lucas, aquel señor conocido por todos que regentaba el bar del pueblo y que tuvo que emigrar en busca de trabajo.

Lucas trabajó en Suiza, también en Francia, mientras que sus hijos siguieron su camino y decidieron dejar el pueblo para trasladarse a Barcelona, a trabajar en un negocio de joyería de un tío, entre ellos María Jesús, madre de Rivera, que se asentó en Cataluña.

Ellos son solo un pequeño ejemplo de ese casi millón de andaluces que emigró a Cataluña en los años setenta y que solo tenía oportunidad de volver a su tierra en contadas ocasiones, quizás algún verano, dada la distancia entre ambos lugares.

«Él venía de niño con su madre, y su familia todavía tiene casa aquí», cuenta Remedios Gutiérrez, quien recuerda que hace poco Rivera también visitó el pueblo, ya que el antiguo bar de su abuelo, el Bar de Lucas, que ahora permanece cerrado, fue el lugar escogido para el vídeo promocional del candidato de Ciudadanos en Andalucía para las pasadas elecciones autonómicas, Juan Marín.

Esta vecina asegura que Rivera es ya la comidilla del pueblo y, aunque a las municipales no se presentó nadie por Ciudadanos, asegura que en Cútar están «contentísimos» con su ascensión y ya le ven en la Moncloa: «Ojalá saliera».

La casualidad hace que Salvador Díaz, el tío de Rivera, hermano de su madre, esté en el pueblo unos días de visita tras viajar desde Cataluña. «En la familia estamos todos orgullosísimos de él», dice mientras avanza hasta la terraza del bar, cerrado con un candado: «Aquí empezó todo», señala con satisfacción.

Ese orgullo se nota en sus palabras, está seguro de que Rivera va a ser clave a partir del 20 de diciembre y destaca su habilidad en el debate político, ante lo que avisa que de joven «ya ganó un concurso de dos horas de diálogo sin papeles».

Salvador se refiere a Rivera como Alberto, así le llaman en su familia materna. «Él dice que si le llamas Alberto sí se gira». Además, aunque ahora tiene más difícil que nunca quedar para almorzar con él, defiende su cercanía: «Va en moto y en metro, él no se mueve en coches oficiales».

La conversación la interrumpe una llamada telefónica y Salvador saca su móvil, en cuya carcasa hay una bandera de España. Al tío de Rivera, que se dedica a la joyería y a los bazares de electrodomésticos, también se le vislumbra don de gentes, conoce y se para con cada vecino que pasa por su lado, pero asegura que no ha pensado en presentarse a alcalde por Ciudadanos.

Con tortas de aceite y pan de higos de la Axarquía en la maleta para llevar a la madre de Rivera, Salvador se despide: «Si el bar de Lucas hubiera estado abierto nos habríamos tomado una cerveza».

Hay ya ruido de cubiertos en las casas y pocos vecinos en la calle de este pueblo, del que los jóvenes se van en busca de trabajo y solo vuelven de visita, mientras la población envejece.