­El Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía alerta en un informe titulado «Un nuevo peligro se cierne sobre la Axarquía: la burbuja del mango» de los peligros que entraña la proliferación de nuevas fincas dedicadas al cultivo de subtropicales. El colectivo ha remitido a la Junta de Andalucía la documentación y confía en que se muestre sensible ante esta realidad.

«Es necesario un urgente control de la creciente expansión del cultivo del mango en la Axarquía, por la forma en que se están acondicionando los montes para la puesta en cultivo de este árbol subtropical. Es una actividad explosiva, tipo burbuja, con un tremendo impacto ambiental», afirman.

El informe se centra en los enormes movimientos de tierra que se realizan de manera continuada «con maquinaria pesada, allanando montes y destruyendo cubierta vegetal, arrancando encinas, algarrobos, pinos, olivos o almendros». Aseguran que estas prácticas «no sólo dejan expuestas las laderas a una fuerte erosión, sino que desfiguran el paisaje y multiplican de forma insostenible la superficie de regadío en una comarca deficitaria en recursos hídricos».

Agregan que su postura no es contraria al aprovechamiento agrícola de las laderas: «Es lógico que se quiera sacar provecho a la tierra, pero no al precio con que se está haciendo». Analizan que tal cantidad de agresiones ambientales, puesto que contabilizan hasta ahora 4.500 hectáreas, «requeriría algún sistema de control que garantizara una buena práctica».

«Este control debería recaer sobre la Consejería de Medio Ambiente, ya que está entre sus funciones la protección de la cubierta vegetal y del suelo y el desarrollo de actuaciones para la lucha contra la erosión y desertificación», relata Gena.

Pero añaden que la Junta realmente no lo ejerce porque delega estas autorizaciones en los ayuntamientos al considerarlas como un sistema de agricultura extensiva.

Aún así, insisten en que un cambio de secano a regadío «supone una intensificación de la agricultura» y recuerdan que esto siempre acarrea un incremento de consumos como el de energía -especialmente en la fase preparatoria-, el agua y los fitosanitarios -ya en la fase de explotación-.

El informe agrega que las transformaciones con maquinaria pesada en el territorio, o sus consecuencias sobre la vulnerabilidad ante la erosión, «intensifican la actividad agrícola, con fuertes impactos ambientales» que se deben controlar.