Al principio estaba la mirada al cielo: a la sencilla profundidad, a la complicada libertad, a la eternidad metafísica. La ilusión del hombre por volar es tan antigua que ya tuvo su representación en la mitología griega. Padre e hijo. Dédalo e Ícaro. El primero le fabricó las alas al segundo y la cosa funcionó. Tanto se embriagó de felicidad que tuvo que pagar las consecuencias con un aterrizaje abrupto. Pero el sueño, la parte irracional de Ícaro, sigue tan viva como aquel día de la fatídica salida del laberinto de Creta.

¿Por qué, si no, los niños siguen volando la cometa? ¿Por qué, si no, pasean un globo de la cuerda como quien pasea a su tesoro más preciado? Esa aspiración inherente al ser humano se concreta en la aviación. Coger carrera. Tomar un leve impulso como quien da un salto con la punta del pie. Despegar hasta empezar a ver la línea del mar por debajo y sentir la liviandad del mundo. El sentido de la insignificancia cobra fuerza cuando se adquiere la visión a escala. Una ayuda inestimable para volver a recuperar la perspectiva correcta. En la provincia de Málaga hay un lugar donde se conjugan a diario estas sensaciones cuasi ancestrales en cada despegue y en cada aterrizaje. Donde la aviación más tradicional y experimentada se encuentra con el deseo del que acaba de rellenar su primer plan de vuelo con mano temblorosa.

En un entorno paisajístico de singular belleza, entre la Maroma y las características plantaciones de mangos de la Axarquía, se dibuja la pequeña torre de control que responde al código internacional de LEAX. En lo más alto, la característica manga de viento que se balancea al son del aire, indica la vocación del lugar. Sólo hay dos aeropuertos en Andalucía que están desligados tanto en gestión como en geografía de la infraestructura principal. El aeródromo de la Axarquía es uno de ellos y pertenece al Real Aeroclub de Málaga. Una institución con larga historia, fundada en 1931. A día de hoy, cuenta con 160 socios que se apelan los unos a los otros por su pasión por la aeronáutica. Gente como Carlos Sedano, Ignacio Gil o Gonzalo Figueroa. Cada uno, a su manera, ha tomado el relevo de los primeros aviadores malagueños. Herederos de aquellos entusiastas que, allá por 1910, asombraron a sus incrédulos testigos con piruetas imposibles. Hablar de aviones entonces era hacerlo de frágiles máquinas de madera y tela que desafiaban un espacio que estaba por conquistar.

Carlos, conocido en Málaga por llevar gasolina en la sangre, decidió hace 18 años que quería ampliar su horizonte como piloto de carreras e instructor de conducción, y se sacó la licencia de piloto privado (PPl). Desde 2000, es miembro de la junta directiva del Aeroclub de Málaga y ejerce de vocal de comunicación. Gonzalo, empresario de la provincia, se contagió de la pasión y ahora pasa los días refugiado en su hangar que guarda una de las auténticas joyas del aeroclub: un Bücker 131 Jungmann construido por sus propias manos desde la nada. Un modelo biplaza fabricado por primera vez en 1930 en Alemania, curtido en mil batallas bélicas, que ha sido ensamblado por Gonzalo en largas noches de artesanía. Ahí, ataviado con el chaleco de soldar, representa la imagen del hombre adulto que gobierna el fabuloso imperio de la maravilla que él mismo se ha creado. Manos rugosas, llenas de aceite, aprietan con sumo cuidado los tornillos del preciado juguete y la supuesta ostentación que se asocia a quien puede llamarse dueño de un avión se disipa de golpe.

Los buenos discípulos lo son porque han tenido a grandes maestros. En el caso de Carlos y Gonzalo, ambos han aprendido a pilotar de la mano de Ignacio. Hijo de aviador, es el jefe de escuela del Aeroclub de Málaga y encargado de formar a los futuros pilotos. Unos 152 personas, hasta ahora, han conseguido la licencia bajo su tutela. Un bagaje apuntalado por una experiencia de 30 años forjada a base de incontables horas de vuelo. Aunque se trate de un valor que a él siempre le gusta matizar: «La hora importante es la siguiente, no la que tengas».

Cuando pocas figuras se han ligado en el imaginario colectivo a una actividad reservada a las elites como la del piloto privado, el Aeroclub de Málaga y sus socios representan la desmitificación de los estereotipos. El sueño de volar, sobre todo cuando es concebido como actividad lúdica, más asequible de lo que uno pudiera creer. «La aviación está mucho más cercano de la gente de lo que se piensa. La gente piensa en aviones y, automáticamente, cree que esto será caro. No, no...no es una actividad mucho más cara que cualquier otra, como ir los fines de semana a esquiar o jugar al golf. Simplemente, es distinto y tiene otro tipo de requisitos», detalla Carlos, resaltando, además, que las puertas de unos de los aeroclubs privados con «mejores infraestructuras en Andalucía y en toda España» están abiertas a todo el mundo.

Es cierto que el camino hacia la licencia constituye una carrera de fondo. Requiere un esfuerzo de estudio para adquirir el conocimiento teórico, así como la disponibilidad de tiempo material para completar las 45 horas de vuelo obligatorias para obtener la licencia. Al contrario de lo que ocurre con la licencia de piloto comercial (CPL), donde se exige tener el bachillerato, no existen requisitos previos para convertirse en piloto privado. De hecho, según detalla Carlos, «el 80 por ciento de las personas que han obtenido la licencia con nosotros lo ha hecho con un fin lúdico». Eso no significa que el aeroclub no cuente con antiguos alumnos que han dado el salto a la aviación comercial, un sector con dificultades, en estos momentos, para cubrir todas las plazas de piloto. «Ahora estamos en un momento, en el que aquel que tenga la licencia, vuela», sentencia Ignacio.

El jefe de escuela del Aeroclub de Málaga destaca, también, las facilidades de las que gozan sus alumnos en el sentido de que él adapta los horarios de las clases teóricas y de los vuelos a las necesidades de cada uno: «Si hace falta dar una clase teórica a las diez de la noche, se da sin problemas». La pregunta del millón, a pesar de todo, está pendiente: ¿Cuánto cuesta obtener la licencia de piloto privado en el Aeroclub de Málaga? «El coste es de 8.650 euros. Aquí entra todo. Las 140 horas de teoría y las 45 horas de vuelo», contesta Ignacio. Hay pequeños veleros que cuestan más.

Alquilar el avión por horas

El principal dique de contención para volar, señala Carlos, es tener que contar un avión en propiedad. Al gasto de mantenimiento hay que sumarle la cuota del seguro. En el Aeroclub de Málaga, ninguno de sus socios se queda sin volar, aunque no tenga un avión en propiedad. Tienen a su disposición dos Piper PA-28, con capacidad para transportar a cuatro personas, que pueden alquilar por horas. La hora de vuelo cuesta 135 euros. Las vistas que se abren son impagables. El Aeroclub también ofrece la posibilidad de volar a personas que no tienen la licencia. Al igual que en un coche de autoescuela, la Piper tiene duplicada los mandos de control. Esto posibilita tomar asiento al lado de Ignacio y enfilar la pista con el encargo expreso de despegar el avión bajo el control del experto. Un ascenso lento hacia unas vistas para parar el tiempo. La conclusión que queda es que la alegría de volar tiene mucho que ver con la alegría de vivir.

Málaga a vista de pájaro

El aeródromo de la Axarquía es una pequeña joya de la aviación, incrustado en un entorno paisajístico privilegiadoUn aeroclub con larga historia

El Real Aeroclub de Málaga fue fundado en 1935. Es de gestión privada y cuenta, a día de hoy, con unos 160 socios.

Una escuela de vuelo para formar a pilotos

El Aeroclub de Málaga cuenta con su propia escuela de vuelo. En la imagen, su jefe, Ignacio Gil, junto a Carlos Sedano en el aula que alberga las clases teóricas.

El avión en manos de un piloto experimentado

En la imagen se aprecia una maniobra de singular belleza, pero que requiere la destreza del piloto: una pasada baja. El avión es uno de los dos Piper PA-28 que tiene el Aeroclub de Málaga en propiedad.

Una perspectiva a un mundo en escala

Un vuelo con salida del aeródromo de la Axarquía se convierte en un viaje para todos los sentidos. Una vista aérea de Comares.

Una Bücker 131, pieza de museo en el aeródromo

La Bücker 131 Jungmann es un modelo biplaza que fue construido por primera vez en Alemania en 1930. A la derecha de estas líneas, Carlos Sedano saca del hangar la Bücker 131 que tiene el Aeroclub de Málaga en propiedad.