La comunidad escolar que conforman padres, madres, docentes y alumnado del IES Bezmiliana de Rincón de la Victoria está dispuesta a remitir a la Fiscalía de Menores la saturación que padece en este municipio, al concentrar a más de la mitad de la población en edad escolar. Denuncian que tiene 1.500 alumnos y las aulas se han separado en dos con «simples tabiques de pladur». Estas es sólo una de las 200 «deficiencias en materia de seguridad» detectadas, según denuncia la comunidad en un comunicado.

«Las deficiencias ya han sido reportadas a la Delegación Territorial de Educación a través del Registro. La situación no es ni mucho menos nueva, puesto que la Plataforma por la Educación viene denunciando desde hace años los problemas de masificación que padece el municipio. Sin embargo, la situación en el centro, que acoge a cerca de 500 alumnos de más sobre lo que su infraestructura puede soportar, es especialmente crítica», indicaron ayer en el escrito.

Según datos aportados por los propios docentes, el centro ya soporta el 53% del alumnado del municipio rinconero, «reuniendo bajo unas mismas instalaciones a más alumnos que los otros tres institutos de la localidad, incluyendo el concertado de La Marina, con una única administrativa hasta hace un mes». Pero pese a estas circunstancias, es el centro que menor superficie de parcela tiene, «provocando una alta densidad que genera una mayor tensión y, en ocasiones, casos de bullying, como el recientemente protagonizado por una alumna, que llegó a quemar un pupitre en clase y cuya madre agredió físicamente a otra en la puerta del instituto», según denuncian los integrantes de la comunidad escolar del centro.

También inciden en que la fórmula para que Educación pueda mantener la ratio por alumno recomendable es la siguiente: «Se ha procedido a dividir clases en dos mediante un simple tabique de pladur, concentrando al mismo número de alumnos en la mitad de metros cuadrados. Estas divisiones derivan en situaciones en las que, por ejemplo, el profesor no dispone ni de medio metro entre el primer pupitre y la pizarra o que dos aulas compartan el interruptor de la luz, imposibilitando que, por ejemplo, una clase realice un examen y la otra vea una proyección».

Se remarca el peligro que supone, en caso de emergencia, desalojar un centro que nunca fue concebido para albergar tal cantidad de alumnos, «con deficiencias como tener peldaños de diferente altura en un mismo tramo de escalera».

Y recuerdan hasta qué punto el alumnado se ve sometido a una contaminación acústica que le genera un estrés indeseable. O incluso se llega a «cerrar el aula de electrónica cuando llueve ante el riesgo de electrocución».