Dice un refrán que cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Quizás también, cualquier carnaval pasado nos parezca mejor. Para mí, no.

Estoy harto de escuchar en el boca a boca y sobre todo en redes sociales el “así nos va”, que el carnaval de los ochenta y noventa era mucho mejor, que las agrupaciones de antes estaban hermanadas unas con otras y que se defendían unidas. Esta es la mentira más gorda que he oído desde que tengo uso de razón carnavalera.

El carnaval que yo viví en sus inicios fue mucho más torpe que el que hoy por hoy tenemos. Lo único que puede quedar de aquellos años son algunas agrupaciones que basan su estilo en esos tiempos. Sin forillo, con un personaje que nada tiene que ver con el nombre de la agrupación, con un soniquete que te traslada a esas épocas tan maravillosas de las que algunos hablan.

Estamos ante el mejor carnaval que ha tenido Málaga en su historia. Atrás quedó cantar en una carpa, en una calle solitaria y sin luz a los maniquíes de los escaparates, cortar avenidas nosotros mismos para poder hacer un pasacalles, atrás quedo mirar a tus compañeros por encima del hombro y también esos aficionados que solo iban a aplaudir a sus grupos. Gracias a Dios Momo todo esto quedó en el pasado y nos hemos ido quitando los complejos a golpe de copla, tipo y el compás más grandioso, el del taratachín taratachero.

No tenemos un carnaval perfecto, aún queda mucho por hacer, pero en lugar de recordar el pasado vamos a disfrutar del espectáculo: de forillos grandiosos, de la calidad en las letras, de las grandes músicas y de los actores y autores que nos regalarán su arte. Vamos a seguir construyendo, cerrando la puerta del pasado, mirando hacia adelante y que nunca más se oiga por los pasillos de la redes esa frase que me atormenta la sesera: “Así nos va”.