Una de las cosas que más me gusta de la fase de preliminares en el Alameda es ese momento en que se levanta el telón. Ese instante de sorpresa que ya no se va a volver a repetir a lo largo de todo el concurso. Esos segundos son mágicos, por eso las noches de preliminares son mágicas. Tus ojos ávidos de nuevas estampas se abren como platos para descubrir qué se presenta en las tablas. Quizás quien no ame esta fiesta no entienda lo que digo. Esta magia y este revuelo de sentimientos que se producen nada más comenzar la actuación no se produce cuando lo ves desde casa, desde la televisión.

Que este año dos de las televisiones más importantes de la ciudad hayan apostado por retransmitir el concurso al completo en directo ha sido todo un acierto, cuanto más se difunda mejor. Pero no quiero pensar que esta es una de las razones por las que el patio de butacas del teatro de calle Córdoba haya estado medio vacío algunos días de preliminares. La entrada no ha sido como otros años, esa es la realidad. Qué pena. Carnavalero, aficionado y malagueño has perdido la última oportunidad que tenías para disfrutar, sufrir y descubrir lo que son las noches de las clasificatorias en el Alameda. Esa energía y esa sensación de la primera vez. Los nervios y la ilusión de las noches de estreno. Los familiares con esas caras de angustia y de emoción a la vez, con el anhelo de que todo salga bien. Los autores que se acercan a saludar a los conocidos a la vez que se comen las uñas deseosos de que se suba la tela roja, que el público disfrute y que el aplauso dé calor a esa obra que tanto trabajo ha costado sacar. Qué pena perderse escuchar a los grupos en el Alameda. A los buenos y a los malos, todos tienen su encanto.

Hasta siempre, Alameda, gracias por tanto. Gracias por todo lo que he sentido y vivido encima de esas tablas durante tantos y tantos febreros. Me llevo mil momentos grabados a fuego de tus camerinos, de tus pasillos, de tu puerta de atrás y sobre todo de tu escenario. Gracias por las noches que me has brindado como mero espectador, desde la butaca. Riendo y llorando como uno más. Has sido una parte más de este maldito veneno llamado carnaval. ¡Hasta siempre, Alameda!