El domingo las coplas llegaron al Cervantes. Desde que se abrieron sus puertas para recibir a nuestra fiesta se multiplicaban los comentarios en las redes sociales de que el carnaval ya estaba en el teatro más bonito del mundo y puede ser que así sea. El Cervantes estuvo abocado al derribo y al olvido durante muchos años hasta que llegó Pedro Aparicio para restaurarlo y darle vida de nuevo.

Para la primera semifinal del COAC de este año el espacio escénico por antonomasia malagueño se engalanaba de luces de colores y presentaba un telón de boca majestuoso. Recorrer ese pasillo en busca de mi butaca de primera fila me provoco que la piel se me erizara. Ese telón se creó hace décadas para el carnaval de Málaga, lo pintó Bernardo Ferrándiz en 1870 y ha estado en un almacén durante años, pisoteado y destrozado hasta que por fín ha sido restaurado y ha vuelto a la vida. Una maravilla. Como todo en Málaga maltratado. Como maltratada sigue estando esta fiesta por este teatro que nosotros los carnavaleros tanto amamos, tanto vanagloriamos y tan orgullosos nos sentimos de actuar en su escenario. El personal sigue sin mover un dedo para ayudar a los grupos en sus montajes, siguen sin considerarnos un espectáculo de primera como sí lo hacen con una obra de teatro o un concierto de ópera. A esto se une la falta de empatía con las actuaciones desde el patio de butacas, hecho que también se une al poco respeto de algunos de los espectadores. Se deja pasar al público a sus asientos dando igual si el grupo está cantando o no su pasodoble. Una actitud bochornosa que estoy seguro que en cualquier otra función no sé permitiría.

Con lo bonito que te pone el carnaval querido Cervantes y tú sigues sin querernos como nosotros a ti. Quizás algún día, y sólo quizás este amor sea correspondido.