Hay muchas clases de carnavaleros. Y todos son válidos para mí. Cito algunos: está el que se compra su entrada para ver sesiones enteras y disfruta con cada momento que le regala el coplero, baja a la calle disfrazado para seguir disfrutando de su fiesta y se siente pleno. Otro sería, quien sólo escucha carnaval en el teatro. Por el contrario, el que busca solo carnaval en la calle. También está el actor, componente o autor, el cual se aprende los repertorios para su deleite y el de todos. Puede darse el caso en muchas ocasiones que el autor no sea componente y no por ello deja de cobrar menos protagonismo.

En este caso, el autor lleva su repertorio a la agrupación sabiendo de antemano que él no podrá defender esa letra encima de un escenario, pero lo hace con todo el respeto del mundo dejando que se decida sobre ella por el resto. A veces no hay acuerdo, y es posible que alguna letra se le rechace al autor, llevándosela sin decir más nada. Otras, que el autor imponga su condición de autoridad y se cante sí o sí lo que él diga llegando en ocasiones a crear una controversia con el coplero porque no esté de acuerdo con la letra, aún así el componente cumple con su palabra de defender hasta la última frase. Es eso o irte de la agrupación.

Siempre he defendido cualquier repertorio que han puesto en mi boca, he cantado coplas que me han enorgullecido y otras muchas que me han sonrojado, pero he sido leal siempre con la idea de mi autor y con la mía propia. No soy sospechoso de no cantar coplas comprometidas, me he dejado la garganta cantándole al alcalde, al gobierno, a la iglesia, incluso a la Fundación ciudadana del Carnaval cada vez que he creído conveniente. No soy componente este año, pero sí autor, y todo el repertorio está consensuado con las comparsistas que defienden mis letras y mi música, jamás pondría en sus bocas algo que ellas no quisieran cantar. Muere con tus ideas y tu voz compañero, ya que en carnaval es la única arma que tenemos y piensa que el valor crece atreviéndose y la cobardía titubeando.