El concurso es una maravilla, sin él no habría tantas agrupaciones ni mucho menos la calidad que hoy atesoramos. Sin el concurso se escucharían coplas, pero nunca con esa destreza que da la rivalidad y la competición. Es lo que hace que te exijas, que te exprimas los sesos hasta sacarle a ese personaje todo el jugo. A esa copla la risa, la ironía, la melancolía o la crítica más voraz. Sin concurso no habría la alegría y los nervios de presentar en un teatro tu obra. Tampoco habría critica. No habría enfados ni malos ratos cuando la crítica no te acompaña. Por el contrario tampoco habría satisfacción cuando todo son halagos. ¡Ay el concurso! Bendito concurso que nos regala año tras año a todos la fantasía.

La fantasía del carnavalero es algo prodigioso. Abre tus chacras para que te rías hasta de ti mismo. Las musas llegan en cualquier sitio a veces hasta en el baño. Puede hacer que San José abra su carpintería para contarte sus vivencias con la más absoluta ironía. Puede hacerte levitar y llevarte a donde quieras. Te atrapa con el humor inteligente para degustar el más exquisito de los elixires, la Viktoria, genuinamente malagueña.

La fantasía puede llevarte a sitios increíbles, incluso al país de la música. Construir el Caminito del Rey tan sólo con tu voz. Imaginar la travesía de un hombre desde que nace hasta convertirlo en un vive la vida. El carnaval nos da la libertad de soñar y ser lo que queramos. Es tan maravilloso que podríamos alcanzar una nube, subirnos a ella y allí construir un hogar precioso lejos de este mundo absurdo y pasar el resto de tu existencia siendo el más feliz de los independientes.

Me voy a la calle a escuchar el pregón. Brindaré por ti Pepe, por el carnaval, por este y por los que me quedan por vivir. Que se vuelva a abrir el telón para mí el año que viene. Que Momo os acompañe.