La huella del hombre en un espacio de esta grandeza se detecta en los sistemas de explotación económica y -sobre todo- en los pueblos.

Es una huella humilde, pero que imprime carácter al paisaje. Sin duda, el elemento más característico son los hórreos.

El hórreo suele estar construido de madera o piedra, elevado del suelo merced a unos pilares, y cubierto por teja, losas o cuelmo, dependiendo del territorio y la antigüedad del elemento. Su destino era el almacenamiento de productos agrarios, principalmente granos.

En el parque de los Picos de Europa se conserva un elevado número de hórreos. Lugares como Santa Marina de Valdeón, exhiben magníficos ejemplares, aunque por desgracia, en general, en mal estado de conservación.

Desprovistos de su utilidad original, las maderas se van pudriendo y no se realizan labores de mantenimiento. A veces, se aprovecha la elevación del habitáculo-almacén para tabicar los laterales, poniendo bloques de fibrocemento entre las columnas, y transformando el bajo en una zona de trastero o aparcamiento...

Jesús Celis, titular del Instituto Leonés de Cultura, destaca que el hórreo es un elemento emblemático, y que la institución que dirige lo tiene como "preferente" a la hora de otorgar ayudas para su conservación. Incluso, en el 2001, hubo un plan especial de la Diputación de León para los hórreos, al que apenas se acogieron una decena de ellos.

En opinión de Celis, hay una serie de casuísticas que dificultan la protección, entre ellas el hecho de que sean catalogados en general como "bienes muebles" y en el urbanismo como "inmuebles".

La despoblación, el desuso, la pertenencia a varios herederos que no se ponen de acuerdo en la conveniencia de restaurar algo que apenas utilizan son también razones por las que no se reparan los hórreos, aunque las autoridades autonómicas los tengan identificados como Bien de Interés Cultural.

En la provincia de León hay algo más de 300 hórreos y el territorio del Parque Nacional es clave. En la zona de Valdeón quedan 86 y en la de Oseja de Sajambre otros 29; los primeros en mejor estado general que los segundos, según el censo elaborado por el arquitecto Eloy Algorri.

Pero junto al mal estado de los hórreos, hay que hablar de una mala actuación en la política de mantenimiento de arquitectura popular. Algorri indica que incluso con el visto bueno de las autoridades del parque, se están permitiendo los picados de las paredes para sacar a la luz las piedras, en una política que no corresponde con la tipología tradicional de la edificación de la zona.

Además, se está construyendo con unos criterios ajenos a la tradición. No ha habido ni reflexión ni capacidad de aplicar una política arquitectónica coherente que potencie y salve elementos locales... en gran medida por falta de conocimiento, argumenta Algorri.

Por todo ello, a los 90 años de funcionamiento de este parque emblemático, resulta urgente fomentar criterios conservacionistas en la materia, y defender los elementos locales, desde las sencillas ermitas a otras construcciones y elementos tradicionales. De no ser así, la zona de Picos de Europa continuará perdiendo, aceleradamente, su propia huella etnográfica.