Mijas y el burro siempre han tenido una bonita relación. Antaño, los habitantes de esta localidad enclavada en la sierra que lleva su nombre, usaban estos dóciles animales para transportar las piedras de las ricas canteras que existían allí. Los años pasaron, el turismo llegó a la Costa del Sol y algunos mijeños pensaron que una buena manera de atraer a los extranjeros y visitantes hasta allí era ofrecer los burros como medio de transporte para visitar los enclaves más pintorescos de este lugar.

Era el nacimiento de los burros taxi. Sin embargo, casi 50 años después del nacimiento de este servicio, sus responsables se muestran más preocupados por el futuro que pueda correr esta profesión que, a su vez, reivindican como única.

José Jiménez dejó hace un par de años sus cinco burros a su hijo, aunque todavía le echa una mano. Lleva 50 años pegado a estos animales, «desde que empezaron a pasear los primeros turistas», señala. Dice, además, que no ha vivido un momento peor que este.

«Hace diez años, podías sacar unas 10.000 pesetas al día. Ahora, cada semana un poco más de esa cantidad», comenta resignado. De hecho, José apunta que hay días que tan sólo ha sacado un burro lo que le suponen diez euros, en el caso de un burro sin carreta 0 quince si va tirado por una de ellas.

El origen del problema lo tiene claro: «Desde que se acortó el recorrido, hace ya once años, no tenemos más que quejas de turistas que creen que le estamos timando. Y es que la ruta sólo dura diez minutos y sólo recorre una recta sin encanto alguno», dice José.

Olores, principal problema

Ciertamente, el desencanto existe. La familia Roscoe vienen desde Escocia para pasar unos días en Mijas y ha decidido montarse en los burros.

«Supimos de su existencia allí en nuestro país y no dudamos en buscarlos. Los niños se lo han pasado genial, pero tengo que reconocer que el itinerario es un poco corto y no se ve nada bonito. Pero para los niños está bien», comenta Greg, el padre de familia. Pero el cambio de recorrido parece estar justificado. «Los comerciantes de la calle Málaga, por donde discurría antes la ruta, se quejaban de los olores de las deposiciones de los burros. Se limpiaba continuamente, pero el olor persistía. Hasta que no encontremos una solución los burros seguirán yendo por la actual ruta», aclaró el concejal delegado de este servicio, Lázaro Díaz.

Palabras que suscribe Peña Alarcón, comerciante de dicha vía mijeña. «En verano se hacía insoportable y los clientes no pasaban a comprar, aunque estoy de acuerdo en que se busque una solución para los burreros», dice.

Ajenos a este problema permanecen sus protagonistas, los burros. Los 61 ejemplares siguen a la espera de que los seres humanos se aclaren.