Este domingo se cumple un año desde que el Mariposario de Benalmádena, el más grande de toda Europa, abriera sus puertas para ofrecer a los visitantes la sensación de pasear entre cientos de mariposas, una de las mayores fantasías de muchos, especialmente de los más pequeños.

Poderlas ver a unos pocos milímetros de distancia, dejar que se posen en las manos y ver como actúan en su hábitat natural puede parecer salido de un cuento de hadas, pero lo cierto es que más de 47.000 personas ya han podido disfrutar de esta experiencia sin igual, en un espacio que cuenta con 2.000 metros cuadrados.

En el Mariposario, situado frente a la famosa Estupa, entre 1.500 y 2.000 mariposas procedentes de las áreas tropicales de todo el mundo vuelan en un jardín acristalado, cuyas condiciones son las mismas que en sus hábitats de origen: un 80 por ciento de humedad relativa y entre 24 y 29 grados de temperatura. Como su vida media es de tan sólo dos o tres semanas, en el jardín siempre se pueden encontrar especies nuevas a lo largo del año, superando las 150 diferentes.

Pero además, se han incorporado nuevos amigos, que forman un grupo de seis ardillas tricolor que desde hace dos mes hacen disfrutar a los visitantes. «Y esperamos seguir creciendo, con la intención siempre de mejorar», explica el dueño del Mariposario, José Antonio Plaza.

«Nuestro único plan de futuro es seguir trabajando y abordar nuevos proyectos, esperando cumplir muchos más. La acogida del público ha sido excelente y un gratificante premio al esfuerzo que ha supuesto para nosotros el mantener nuestra apuesta de permanecer abiertos durante todo el invierno pese a las desalentadoras previsiones», afirma Plaza.

Durante este primer año de rodaje, el Mariposario de Benalmádena se ha centrado sobre todo en la aclimatación de las especies de mariposas y plantas para seleccionar aquellas que se adaptan mejor a las condiciones del parque. Las mariposas son trasportadas en forma de pupa o crisálida, ya que en esta fase de su ciclo biológico es mas fácil, y vienen de lugares tan lejanos como Filipinas, Malasia, Costa Rica, Belice o Kenia, donde son criadas en cautividad y no capturadas del medio natural.

Una vez en el laboratorio y tras ser inspeccionadas se colocan en las jaulas de eclosión donde, en condiciones ambientales controladas, nacen a la vista de los visitantes. Una vez en el jardín son alimentadas con néctar artificial que se prepara diariamente en el laboratorio. Además, gracias a que muchas especies se reproducen en el propio parque, es posible observar otras fases de su ciclo biológico como huevos y orugas o comportamientos, tales como los delicados bailes nupciales y los apareamientos. Todos los días hay nuevos nacimientos y se puede ver en vivo como salen de la crisálida, despliegan sus alas y realizan su primer vuelo tras la metamorfosis.

Otra de las prioridades del Mariposario este año ha sido el Programa de Educación, desarrollado mediante visitas guiadas, talleres y aulas de naturaleza impartidos a los cerca de 2.000 escolares que han visitado las instalaciones hasta el momento.