Seguro que más de una vez se ha propuesto salir a correr. Se equipa con lo último en ropa deportiva, se informa en internet acerca de cuánta distancia es la aconsejable para ir poco a poco, e incluso, convence a un amigo para que les acompañe en tan encomiable reto.

En la época en que empezó a practicar habitualmente este sano hábito José Millán Jiménez, hace ya más de 50 años, no existían tiendas deportivas tan especializadas como ahora. Por supuesto, ni se imaginaba que el mundo entero podía navegar por una red virtual; aunque sí que habían amigos dispuestos a salir a hacer algo de deporte. Lo que ni él mismo podía nunca pensar es que con 79 años pudiera seguir practicando su afición preferida.

Este marbellí de nacimiento, al que todo el mundo en Los Boliches –donde vive desde hace décadas– le llama el carrerista, todavía sigue corriendo pese a que su elevada edad podría decir todo lo contrario.

Para el que lo conoce, no obstante, no es algo extraño. Basta estar con él cinco minutos para darse cuenta de que se trata de un hombre con una fuerza de voluntad inquebrantable.

«Siempre me han dicho que soy muy raro. Pero yo sólo hago lo que más me gusta: correr. Y eso no tiene mérito. Para mí levantarme temprano, ponerme las zapatillas y un chándal y correr es lo más normal del mundo», explica con inequívoco acento costero malagueño.

El carrerista lleva años formando parte del inigualable paisaje urbano del paseo marítimo de Fuengirola. Por la mañana temprano, con el sol que comienza a salir como único acompañante, con la intempestiva hora del mediodía o ya cayendo la tarde, no es inusual distinguir su menuda figura por el bulevar costero haciendo footing con su particular ritmo vivo y elegante.

Asegura que, en otro tiempo, corría a diario y participaba en competiciones en España y en Marruecos (donde vive su mujer), y más tarde, en carreras de veteranos que, como no, ganaba con inusitada facilidad.

«Pero ahora, desde hace un par de años, dejé de competir porque tengo unas molestias en la rodilla derecha», explica aunque ello no le impide para salir a correr cuando le apetece: «me pongo una rodillera, y punto», esgrime sonriente.

Sus jornadas atléticas eventuales se limitan ahora, sólamente, a carreras de entre diez y quince kilómetros. «Hacerme el paseo marítimo entero de ida y vuelta, o desviarme por Las Lagunas (Mijas). Pero poco más», añade modestamente, como si fuese poca cosa.

Busto

Su presencia durante todos estos años lo han hecho una persona muy querida para los vecinos de Los Boliches, que no hace mucho, le colocaron un busto en el paseo marítimo, junto al monumento romano, justo donde comienza a cuando sale a correr. Todo ese cariño, Millán lo agradece con mucha emoción.

«Me siento una persona afortunada. Tengo salud para seguir corriendo. Siento que la gente me quiere. Me pitan con los coches. Los chavales tratan de correr conmigo. Y encima el busto», dice.

En la vida, el bueno de José se ha dedicado, como él mismo dice, «a lo que he pillado». Ha sido pescador, agricultor, albañil, camarero... a propósito de ésta última, asegura que llego a servir una paella al que fuera presidente del Consejo de Ministros de España en 1973, Luis Carrero Blanco, de lo que se siente especialmente orgulloso.

Ahora, trata de repartir felicidad vendiendo lotería, eso sí, a su estilo, sin dejar de moverse, sin estar parado en una esquina.