La historia de Manilva está estrechamente ligada la vinicultura desde que a principios del siglo XVI el duque de Arcos, propietario del Condado de Casares, cedió las primeras tierras para el cultivo de los pagos. Cinco siglos en los que varias generaciones de manilveños han desarrollado su principal actividad alrededor de las cepas de uva Moscatel de Alejandría. Prácticamente no se encuentra en ninguna tierra del término municipal con otro cultivo que no sea el de la uva. La imagen es la de un pueblo abrazado por miles de cepas mirando hacia el mar mediterráneo.

Tras la zona de la Axarquía en la Costa del Sol Oriental, Manilva es en la occidental el productor de uva más importante de la provincia con unas 638 parcelas catastrales con uso viñedo. Hay más de 300 propietarios, y se podría decir que cada explotación dedicada a la vid en este municipio tiene una superficie media de 6.200 metros cuadrados, afirma Enrique Cano Martín, director de la Oficina Comarcal Agraria (OCA) de Estepona.

La cosecha esencialmente se destina para consumo propio y en menor medida para la comercialización. «Un 70% de la producción se destina a mesa y el resto a uvas para pasas», calcula Cano Martín. Aunque también hay un mínimo de exportación a bodegas sobretodo de la Axarquía y por otro a la venta directa en los puestos que se encuentran en las calles y caminos de la localidad. Oscilando en estos puestos el precio del kilo de moscatel entre 1 y 1,5 euros dependiendo de la calidad de la misma y el calibre.

La vendimia en Manilva comenzó en las zonas más tempranas el pasado 10 de agosto y, según Cano Martín, este año se espera una cosecha baja en calidad y cantidad debido a la sequía. Posiblemente estén por debajo de los 5.000 kilos por hectárea frente a los 6.ooo kilos de media de otros años. La uva moscatel de Alejandría es la más conocida pero hay cultivos con otras variedades como la «Doña María» para el consumo de uva de mesa o la Syrah, Cabernet Sauvignon, Merlot o tempranillo, destinadas a la vinicultura.

De la moscatel destacan sus propiedades organolépticas para la salud como la disminución de los niveles de colesterol, la reducción del riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas y cáncer o el fortalecimiento de los huesos al ser rica en calcio, potasio y magnesio.

Una herencia que preservar

Desde mitad del siglo XX Manilva rinde además homenaje a la uva en la fiesta de la vendimia, que se celebra el primer fin de semana de septiembre. Se procesiona a la Virgen de los Dolores entre racimos de uvas para que bendiga la próxima cosecha y a todos los manilveños. Se organizan concursos del racimo más grande y en la plaza se pisan simbólicamente las primeras uvas en un acto emotivo y multitudinario.

Este cultivo ha tenido sus épocas de grandeza y sus crisis como la conocida alrededor de 1860 en la que la vid pasó a un segundo plano o la actual, según confiesan algunos agricultores, quienes ven cómo las nuevas generaciones no están mucho por la labor de dar continuidad a este negocio que identifica a los manilveños. El boom de la construcción hizo sobre todo a los jóvenes mirar hacia otro modelo de sustento e incluso algunos agricultores vieron por aquel entonces como un filón la venta de sus viñas para que fueran destinadas a edificación.

Enrique Cano destaca, no obstante, que en los últimos años sí se observa «un esfuerzo por parte de algunos propietarios que quieren mantener el viñedo heredado de sus padres luchando por el relevo generacional y así garantizar el mantenimiento de este cultivo a largo plazo». Y también apunta que se echa en falta la modernización en sistemas de cultivo como la espaldera más propia de estos terrenos de Manilva que están en pendiente.