Parecen espectros salidos de las fantasías de Sergio Ramos. La mayoría de ellos, notablemente contorneados, pero con ese rictus y ese fenotipo tan asimilable en España a los aficionados a lo customización de utilitarios y los ritmos del flamenco pop. Desde hace más de una década, quizá como reverso de la nariz de Audrey Hepburn, planean sobre Marbella, casi siempre rodeados de una parafernalia que en otro tiempo únicamente hubieran soportado las carrozas y los títulos nobiliarios. Fotógrafos, cronistas y hasta puntuales enanos de cámara pendientes de una auténtica orgía de tatuajes y piel ingrávida; las nuevas celebrities británicas, tan inconsolablemente chonis y poschonis como rentables para la Costa del Sol.

Sin alardear en sus guías turísticas ni mucho menos hacer de eso profesión deliberada, la provincia, con Marbella a la cabeza, se ha convertido lentamente en el paraíso de las estrellas británicas de lo que en España se denomina la farándula. Las grandes protagonistas de las revistas del corazón y los equivalentes a Gran Hermano, que en Inglaterra extreman la casquivanía y la parte tórrida, son habituales de las playas. Y, además, y a diferencia de los ochenta, sin que eso suponga una sustitución de las fortunas de rancio abolengo. La Costa del Sol, en sus circuitos más selectos, se ha acostumbrado a la convivencia entre los multimillonarios de alto copete y la descocada zalamería de la cultura -es un decir- de entretenimiento, lo que en términos locales y escasamente british es como poner a Amancio Ortega y Andreíta a compartir acera.

Los beneficios para la provincia que aporta toda esta nueva capa de famosos se mide en las repercusiones de Towie, el reality show más visto de las islas, que cada vez que se traslada a Marbella -Marbs en la jerga- eleva la entrada de divisas para la Costa. Según la prensa británica, la última emisión consiguió aumentar las reservas hacia la provincia en un 72 por ciento. Y en apenas un fin de semana. Un hito digno de la casa real monegasca. Y a pesar del peaje estético, sin que eso signifique una caída en la entrada de dinero. Gente de poca moderación y poco amiga del silencio contemplativo, los nuevos representantes ingleses del famoseo se dejan miles de libras cada vez que se pasean por Marbella a la espera de que algún compatriota paparazzi los cace de improviso y extienda su dominio en Inglaterra. De hecho, hasta disponen de una ruta que los medios han sabido explotar como la división hortera del lujo para toda la audiencia que quiera emular a las estrellas.

En la Costa del Sol, la lista de la beautiful people poligonera es amplia. Nada más que en este año se han pavoneado por la provincia decenas de aristócratas suburbiales de la tele: Jasmin Walia, Ross Worswick e incluso Cheryl, la ex mujer del futbolista Andy Cole, que fue la única que vino a hacer algo más productivo, rodar un videoclip, que calzarse el tanga y los tacones para lucir -es un decir también -los collares del cuello.

De Katie Price Jordan, que estuvo con Yorke y cuyas biografías venden más que Chesterton, a la despendolada hija de Paul Gagscoine y la estrella porno Linsey Dawn McKenzie, que en su espesa orden de méritos cuenta con haber saltado medio desnuda al estadio para interrumpir un partido de cricket. El ritual se repite a partir de primavera: toda celebrity que se precie, en cuanto florecen las campánulas, agarra su colección de escotes y se planta en Marbella. En algunos casos con ejemplares tan distintos y al mismo tiempo intercambiables como la voluptuosa Imogen Thomas, que sacó de quicio al bueno de Ryan Giggs en los tribunales, o el exboxeador Ricky Hatton, que viene casi siempre a curarse del desamor con una voluntad desparramada en cuestión de disoluciones.

La nueva pasión televisiva llega hasta tal punto en Inglaterra de convertir en escenario a Marbella de tres de sus máximos emblemas de la telerrealidad. Entre ellos, el mencionado Towie y Geordie Shore, el programa europeo que inspiró su homónimo de Gandía, con los mismos trazos inconfundibles, como si se tratara de una internacional secreta. Lo choni también puede ser un negocio. Manías neoseculares. El sueño del turismo y sus monstruos.