Como cada día, Tomás salió de su casa temprano para ir a ayudar a su amigo Juan, el kioskero del barrio, al que ayudaba a colocar uno a uno todos los periódicos por la mañana. Desempacaba todo lo que había recibido Juan y lo dejaba todo en su sitio para que su amigo tuviera que realizar pocos movimientos. Y es que Juan ha sufrido problemas médicos que le limitan la movilidad. Tomás también tenía achaques. Hace cosa de cuatro años sufrió un ictus. Pero por su fortaleza no quería que se le notara y siempre iba acompañado de un pequeño carro de la compra que usaba a modo de andador.

Cuando volvía ya con su periódico bajo el brazo ya estaba abierta la farmacia cercana, lugar donde siempre se paraba a saludar todas las mañanas a las dependientas. En el camino de vuelta lo que veía era Playamar con el paseo del Pan Triste de más de cerca. Pero este antiguo inspector jefe de la Policía Nacional el pasado martes no llegó a su fiel cita diaria con la prensa.

Tomás pasó por detrás de una furgoneta amarilla todavía aparcada a menos de dos metros de su portal, y se encontró a un individuo que lo estaba esperando. Algunos testigos cuentan que tuvieron una discusión, pero aún no se ha esclarecido si se conocían o no. Tras esta discusión, Tomás recibió 14 puñaladas que acabaron con su vida casi al momento. Julián, de 63 años, y que asegura haber sido miembro del Ejército del Aire, es la persona que presuntamente empuñaba el machete. Al llegar al hospital por haberse autoamputado el flexor de un dedo le fue diagnosticado un trastorno bipolar. Ayer por la mañana ya ingresó en prisión acusado de un delito de asesinato. Según las fuentes judiciales consultadas, sigue asegurando que lo hizo al haber sido traicionado por el asesinado. Esto hace pensar a los investigadores que no se trata de un encuentro fortuito entre los dos.

En su urbanización, una de las menos transitadas de Torremolinos, no hay ningún vecino que guarde un mal recuerdo de Tomás. «Era una persona muy agradable, siempre estaba atento a todos los vecinos», dice Miguel Ángel Gómez sobre él. Este vecino de Tomás va con un pequeño perro y recuerda los tiempos en los que el antiguo policía tenía uno de la raza rottweiler y al morir lo pasó muy mal y le dijo que no quería tener más perros. «Siempre que recordaba a su perro lo pasaba mal por el gran cariño que le tenía», afirmaba Miguel Ángel de cómo hablaba Tomás de su fiel compañero. Al haberse jubilado hace ya algunos lustros, todos aseguran que no era conocida su faceta como policía por la zona porque era un hombre muy reservado aunque simpático.

Juan asegura que le echa mucho de menos, «es una pena una muerte tan trágica para un hombre tan bueno». «Era un hombre muy querido, en todos los años que llevaba viviendo aquí no se le conocía un problema con nadie», aseguraba Luis, un vecino de una calle aledaña que se cruzaba con él casi a diario en uno de sus paseos matutinos.

En una casa cercana se ven instaladas unas cámaras de seguridad y una de ellas parece que está apuntando a la zona. En un barrio con tan poca gente por sus calles puede que sea el mejor testigo de lo ocurrido. Sobre esa hora por la zona no suele mucha gente por tratarse de una mayoría de personas mayores los que viven allí.

Ya hacía algunos años que no lo hacía por su enfermedad, pero este antiguo alto cargo de la policía en Torremolinos solía subir al tradicional barrio de El Calvario a tomar un café en algunos de sus bares. Y es que Tomás era un hombre sano y de costumbres diarias.