Chanel se convirtió hoy en refugio de soñadores en lucha contra la crisis, con una colección de alta costura de lujo insuperable, en la que abrigos, vestidos-bolero cortos y trajes largos fueron verdaderas joyas.

Entera o parcialmente bordados de pedrería, a veces rebordados con flores y rejillas de oro, verde esmeralda, color rubí o blanco, a juego con botines también bordados y con brazaletes de múltiples pulseras, los conjuntos Chanel del modisto alemán Karl Lagerfeld iluminaron la segunda jornada de desfiles de alta costura.

"Es como en Baudelaire, voluptuosidad y lujo", comentó a Efe el ex ministro de Cultura socialista Jack Lang, visiblemente entusiasmado ante tanta belleza.

Sí, como el estribillo del poema "Invitación al viaje", del poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867), podría decirse que todo bajo la cúpula acristalada del Grand Palais fue durante unos raros minutos "orden y belleza, lujo, calma y voluptuosidad".

Incluido el inmenso león dorado de mirada más tierna y nostálgica que batalladora, única decoración del lugar, entre cuyas garras desfilaron las minúsculas maniquíes Chanel con sus suntuosos atuendos plateados y dorados, rojos, azul cielo, noche, rosa, berenjena, ladrillo, granate, beige y por supuesto negro.

"Este lugar, este león, esta creatividad increíble, esos colores, esas mujeres. Es un lujo perfecto", ajeno "al lujo indignante, chocante, vulgar", agregó el ex ministro.

El espectacular y a la vez sencillísimo decorado leonino, colocado sobre un zócalo-pasarela rodeado del público, como en una plaza de toros, pudo haberse inspirado en el hecho de que Gabrielle Chanel (1883-1971), fundadora de la firma, era leo como signo del zodiaco.

En su apartamento parisino, conservado tal y como la legendaria Mademoiselle Coco lo dejó, no lejos de la rue Cambon donde la firma sigue teniendo su cuartel general, abundan los leones, prueba de que sentía especial atracción por el rey de la selva, comentó a Efe uno de sus portavoces.

En todo caso, protegidas de cualquier imprevisto por el poderío félido, las mujeres Chanel del invierno que viene pasearon con serenidad 'baudeleriana' sus vestidos-bolero cortos, reunidos en el delantero por una botonadura de oro viejo, o sus abrigos largos, entallados hasta la cintura, de lejana inspiración militar.

El desfile, lleno de texturas y materias primas brillantes, ofreció, asimismo, prendas enteramente bordadas de flores de mediano tamaño, amplios vestidos de tul sobre vestidos cortos del mismo color, gruesos ribetes de visón en mangas y bajos, y también voluminosos lazos en la espalda de vestidos de noche de talle alto y silueta triangular.

De día o de cóctel, los vestidos serán cortos y rondarán las rodillas y las mangas tenderán a ser muy visibles, cortas o largas, acampanadas o simplemente anchas, pero raramente llegarán hasta las muñecas.

Un largo ideal para lucir pulsera, hecha aquí de múltiples y variados colgantes, piedras y pedruscos, cadenas y perlas, y elemento principal de la colección en el terreno de los accesorios, junto con el botín.

Éste será siempre ancho, bordado de lentejuelas, de pedrería, cubierto con una rejilla de perlas, o de piel dorada a la imagen de melenas leoninas.

Además de dominar claramente el paisaje invernal del lujo máximo Chanel, ese mismo calzado inevitablemente exquisito porque lo eligió Lagerfeld, dominará la noche, la gala y la gran fiesta, pues aunque sean largos, ni abrigos ni vestidos llegarán nunca hasta los tobillos.

Otra regla tácita será la de portar melena rubia, labios rojos a juego con las uñas y... jamás ponerse un pantalón.