Jamás habría podido imaginar la actriz y en aquel entonces ministra de Cultura de Grecia, Melina Mercouri, que la iniciativa que propuso de crear cada año una Capital Europea de la Cultura se consolidaría como una de las mejores propuestas culturales y turísticas del viejo continente. Atenas inauguró la experiencia en 1985 y desde entonces se ha convertido en un sello muy codiciado por el que pelean numerosas ciudades europeas. Pero, ¿por qué tanto interés por lograr esta candidatura? Las urbes que ya han sido elegidas destacan los beneficios económicos, sociales y culturales, permitiendo en muchos casos la transformación urbanística de la ciudad.

No es un mal panorama frente a la crisis con la que está cayendo. Según un estudio elaborado con motivo del vigésimo quinto aniversario de la Capitalidad, cada ciudad que ha ostentado el preciado título ha invertido en torno a 60 millones de euros de media para poner en marcha las actividades culturales diseñadas en el programa y aumenta un 12% el número de turistas que acude a estas ciudades.

Este informe destaca, además, que esta designación tiene un efecto directo en el empleo. Para ello, cita a Liverpool 2008, la cuna de los Beatles y uno de los grandes santuarios musicales del mundo desde los años 60, en el que los puestos de trabajo en sectores como la construcción o el urbanismo aumentó en un 138 por ciento, o el caso de Glasgow 1990 (Escocia), donde su nombramiento implicó un cambio radical en su percepción internacional y regeneró la ciudad tras el declive industrial de los 80, una estrategia seguida por Lille 2004 (Francia). Un caso llamativo ha sido la ciudad irlandesa de Cork, que aumentó la cifra de visitantes un 25% en los primeros tres meses de 2005, año en que fue Capital Europea de la Cultura. Además, el título supuso la atracción de inversiones y la renovación de su aeropuerto.

Los ejemplos españoles también dan pistas de este creciente impacto cultural y socioeconómico. El responsable de la Capitalidad Europea de Santiago de Compostela 2000, Xoxe Manuel Villanueva, destacó durante unas jornadas estas excelentes cifras: el empleo aumentó un 34 por ciento entre 1993 y 2001 y se construyeron nuevas infraestructuras. Y el balance de Salamanca 2002, la última ciudad española que ha sido elegida: casi dos millones de visitantes que se dejaron 241 millones de euros.

Pero el fantasma de la crisis ha ensombrecido las expectativas de algunas ciudades. Vilnius, Capital Europea de la Cultura 2009, que coincidió con la celebración del milenio del nombre de Lituania, atrajo a muchos turistas, pero la recesión económica mundial produjo un efecto negativo y disminuyó el número de vuelos directos de Europa a Vilnius, y algunos proyectos de infraestructuras se suspendieron temporalmente, comentó en una entrevista el alcalde Vilius Navickas. La Cuenca del Ruhr, el antiguo pulmón industrial de Alemania, ostenta este año el título con la ciudad de Essen. Se tenían grandes expectativas y se soñaba con lograr una imagen de éxito, pero en plena crisis los patrocinadores no han cumplido sus promesas. En lugar de 80 millones de euros, el presupuesto se ha recortado hasta los 62,5 millones, los grandes proyectos no se han acabado y ahora se les plantea una pregunta: ¿cómo desarrollar una región con falta de financiación?