Elvira Lindo (Cádiz, 1962) es una de las voces más directas, sencillas y empáticas de la literatura y el columnismo español. Ahora que vive a caballo entre Nueva York y Madrid dice haber aprendido bastante, porque fuera «te nutres de muchas más cosas»

En la solapa de su novela Algo más inesperado que la muerte resumía su carrera profesional con la frase «Elvira Lindo vive y trabaja en Madrid». Ocho años después es usted una escritora entre dos ciudades, Madrid y Nueva York, todo un cambio de vida.

Ya no me siento satisfecha casi en ningún sitio. Cuando estoy en Nueva York echo en falta cosas de Madrid, sobre todo, relacionadas con mis afectos y la vida callejera española; pero cuando estoy aquí, si fuera para quedarme de continuo me daría pena, pensaría que he cerrado una época muy importante para mí, de aprendizaje y de vivir la lejanía, de separarte de unas cosas y de renunciar a otras.

¿Y se consigue tomar distancia de lo que ocurre en España o en el mundo actual eso ya no es posible?

Llegar te llega todo. Te informas y a veces más que si estuvieras aquí. Cuando estás en tu país tienes costumbres más marcadas, lees el periódico que es de tu cuerda, ves a los amigos que están en sintonía contigo. Vives en tu casilla. Al estar fuera y entrar en internet cada mañana te nutres de muchas más cosas, lees mucho más que tu periódico, recibes enlaces...

¿Esta apertura de miras la coloca en alguna situación incómoda?

Lo que me molesta es que en España estemos cada uno en su casilla. Yo no quiero amigos ni enemigos, me gustaría tener lectores que a veces están de acuerdo conmigo y otras en desacuerdo, pero que piensan que mi punto de vista, mi estilo, mi forma de expresarme es interesante.

El periodismo está en una circunstancia complicada.

Es un momento dificilísimo, y los que nos dedicamos a esto estamos todos un poco melancólicos, ésa es la sensación. Es verdad que internet lo ha cambiado todo, pero llegará el momento en que nos demos cuenta de que la supervivencia de los medios depende del buen periodismo. Y ahí creo que van a salir ganando los periodistas. Habrá blogs, páginas web, pero el periodismo en el que puedes poner tu confianza sólo lo hacen las personas que se dedican a ello todos los días.

Cinco años desde la última novela, Una palabra tuya, y en septiembre llega la nueva. Eso se llama elaboración lenta.

Ha sido de elaboración lenta porque es más complicada, no por el argumento, sino porque refleja una época que yo viví, los años ochenta en Madrid. Es una historia más arriesgada en el sentido de que hasta el momento he estado disfrazada o oculta por mis personajes, por mi voz en el periódico. La gente piensa que he sido muy descarada en muchas ocasiones, y sin embargo he estado muy oculta.

Los gustos literarios cambian mucho y, sobre todo, en los niños. ¿Manolito Gafotas sucumbirá ante esta invasión de libros góticos para lectores primerizos?

Las editoriales van contagiando gustos e imponen sus modas, pero siempre habrá un sitio para la literatura realista, que eso es Manolito Gafotas, frente a fantasías tan barrocas como las que triunfan ahora.

En el terreno doméstico, ¿cómo se lleva convivir con otro escritor como lo es su marido, Muñoz Molina?

En nuestro caso pasamos más tiempo juntos del que pasa cualquier otra pareja. Quizás en otras parejas hay guerra de egos, pero en nuestro caso lo tenemos en el sitio adecuado. Nos apoyamos y nos hacemos compañía en un trabajo que es muy solitario.