Con ocho años proyectaba películas en papel vegetal para sus amigos. ¿Las nuevas tecnologías han cambiado mucho su modo de entender el cine?

Las nuevas tecnologías ayudan a agilizar el rodaje y te da mayores posibilidades visuales, pero hay que mantener el mismo espíritu. Me molestan mucho las películas recientes que se emborrachan de nuevas tecnologías, todo se convierte en absolutamente artificial cuando no tiene que serlo. Son utilísimas, pero para contar una historia que llegue a la gente hay que hacerlo a través de los personajes. Además, en España tampoco disponemos del presupuesto para hacer Avatar.

¿Cuáles fueron sus autores de referencia al introducirse en el mundo del cine?

Yo he visto mucho cine desde muy pequeño y creo que todas las películas que visto están en cierto modo en mi trabajo, tanto las buenas como las malas. Pero lo cierto es que cuando yo era adolescente tenía sobre todo dos grandes mitos: Hitchcock y Wells.

Ha trabajado como crítico de cine en diferentes medios. Ahora que está al otro lado, ¿cómo le sientan las críticas?

Aceptas las reglas del juego con deportividad y con conocimiento de causa. El crítico también es público, como yo sé de lo que hablo trato de resultar interesante al espectador, por lo tanto también al público. La oportunidad de ocupar la gran pantalla aunque sólo sea por un ratito te la da el espectador realmente, por eso hay que intentar recompensarle.

Ha pasado por el género fantástico, la comedia, el terror y ahora con el cine de género. Con todos ellos ha triunfado, pero ¿con cuál se sientes más cómodo?

Ante todo me tengo que enamorar de la historia. Tengo que pasar tres años de mi vida con ella y además tengo que apasionar a todos los actores, equipo técnico y finalmente al público; si no creo en la historia no puedo hacerlo. Una historia tiene que mover al espectador sea el género que sea.

Le pudimos ver como actor en Torrente. ¿No piensa volver a aparecer delante de la pantalla?

Ese cameo que hice en El brazo tonto de la ley me sirvió para una cosa esencial en mi trabajo, tener un respeto reverencial por la figura del actor. En la escena en la que actué yo empecé a chillar esperando que Santiago Segura me cortara, él pensó que me dejaría gritar hasta que yo parara; por poco me desgañito. Cuando me vio, mi madre me dijo que por favor no volviera a hacer esas cosas.

Hay una gran polémica sobre la ley de propiedad intelectual que también afecta al cine. ¿Qué opina como director?

Para ser sincero diré que he estado tan atareado con la promoción de Celda 211, atender a los medios de comunicación, seguir con el guión de mi próxima película y dedicar tiempo mi mujer y mi hija que tiene tres años que no he tenido tiempo de leer más que ocasionalmente algún titular, por lo que no me atrevo a darte un juicio. Afortunadamenre esta ley no es mi problema, es problema de los productores y da igual lo que yo opine porque hagan lo que hagan lo van a hacer sin preguntarme cual es mi opinión.

Y sobre la financiación de las películas, ¿cree que habría que crear algunos parámetros para decidir cuáles sí y cuáles no?

Me parece muy difícil de valorar esos parámetros. ¿Quién sabe si una película va a interesar o no al público, si va a ser o no un éxito? La propia Celda 211 en principio no sé si era una película que la gente hubiera dicho que iba a ser el éxito que ha sido, yo no lo hubiera dicho. Decidir eses parámetros es una tarea muy complicada.

Es complicado que una película hispana triunfe en Norteamérica. ¿Dónde piensa que erradica este éxito?

En norteamericana les interesa mucho el espíritu del cine hispano porque siempre están buscando sangre fresca, nuevas energías. A raíz del éxito de Guillermo del Toro, Almodóvar, Alfonso Cuarón, etc. el interés ha ido en aumento.