Salvador Vega sabía que en la corrida de ayer disponía de dos cartuchos cargados de pólvora para ganar una batalla en su lucha por regresar a las grandes ferias. Lo había apuntados en sus actuaciones anteriores, pero necesitaba cuajar una tarde importante en una plaza de la repercusión de la de Málaga. El balance final de su actuación nos hace pensar que estuvo certero en sus disparos, aunque habrá que seguir peleando para retornar a esa posición que tuvo no hace tanto tiempo.

Hay quien ha querido dar al torero de Manilva como un caso perdido, pero con la disposición que ayer mostró sobre el albero de La Malagueta se empeñó en cerrar bocas y abrir esperanzas. De este modo, sobresalió en un festejo en el que sólo se lidiaron cuatro toros del hierro anunciado de Montealto, y su presentación en conjunto fue de las más discretas de todo el abono; excepción hecha de la de Jandilla y Vegahermosa, que ya fue el colmo. Los hubo justos y muy justos, y sólo subieron el tono los remiendos de El Torero.

Entre la mansedumbre generalizada, sobresalió el tercer toro de la tarde, el primero del lote de Vega. Ya antes había mostrado su determinación en un quite por chicuelitas al que le correspondió a Curro Díaz, y en el suyo dejó una buena verónica y una media muy lenta. Replicó el quite de Uceda y los primeros compases de una faena brindada a sus paisanos fueron toda una declaración de intenciones de su necesidad de cortarle las orejas a sus oponentes con el toreo de verdad. El burel parecía quererse unir a la fiesta, y el comienzo fue estético con una rodilla en tierra, una trincherilla y el de desprecio. Pero lo mejor fue una tanda en redondo profunda que llegó al tendido. Luego bajó con un circular improcedente y el toreo al natural, donde la calidad del astado no estaba a la altura de la circunstancias. Se dio cuenta y volvió por el sitio bueno en otra tanda de derechazos templada. El colofón fue una espectacular estocada en los medios.

Pero lo importante estaba por venir. Había estado bien con el toro noblón, pero ese no era el caso del que cerraba la feria. Este de El Torero era serio, y en banderillas se prodigó en arreones de manso. Era de cara o cruz, de demostrar que se quiere ser torero o no. Por eso tiene mérito la determinación de Vega, dejándole la muleta en la cara para tirar de él jugándose el pecho. Lástima que la faena no pudiera lucir por el izquierdo, por donde no pasaba, pero al retornar a la diestra siguió subiendo el conjunto con derechazos cada vez más profundos. Esta vez los detalles sólo fueron un complemento para la, posiblemente, mejor faena que ha cuajado en toda su carrera en esta plaza. Lástima que precisara de dos descabellos tras una estocada tendida, lo que puede llevar a poner en tela de juicio la oreja paseada.

Simplemente estético

La presencia de Uceda Leal en el abono sólo tenía explicación en los compromisos empresariales de la empresa. No obstante, no disgustaba su inclusión en un cartel como este, con tres toreros de gusto. El torero madrileño tiene todas las virtudes para ser figura, pero nunca lo ha llegado a conseguir. Hay quien se lo ha achacado a un cierto conformismo, y algo de eso pareció suceder en el primero de su lote. El animal era un boquerón con muchos cuernos, y con la gran virtud de humillar una enormidad. Pero la faena fue simplemente estética, con pinceladas de profundidad y mucha falta de continuidad. Y encima falló su especialidad: la espada.

Su segundo, como sucediera con el primero, puso en evidencia a sus banderilleros. A la muleta llegó rebrincado por su falta de fuerza, y nunca terminó de cogerle la velocidad. Tampoco pareció hacer una apuesta por el triunfo con claridad. Al final, el astado terminó muy rajado.

Un lote con complicaciones

Completaba el cartel el linarense Curro Díaz, torero de detalles que sólo los pudo mostrar con el capote en el primero de su lote. El de Montealto, uno de los más discretos de presentación del festejo, fue recibido con temple a la verónica; rematando con una media garbosa. Le vio posibilidades el diestro, que se lo brindó al público, pero claramente se equivocó. Ya en la primera tanda demostró que iba a ser muy parado y pronto optó por no embestir. Fue un buey ante el que nada se pudo hacer.

Tampoco le puso las cosas fáciles el quinto, que en un exceso de confianza cogió sin consecuencias de gravedad a Pedro Muriel. Había descompuesto a la cuadrilla en los primeros tercios, y al inicio del trasteo también pareció hacerlo con el matador. Parecía que nos íbamos a ir sin sus detalles artistas, aunque al contrario que el toro, que se rajó en tablas, el diestro se creció en esos terrenos y mostró más predisposición. Costó sacar lucimiento en una faena basada en el pitón izquierdo, aunque a base de insistir al final dejó alguna pincelada siempre acompañando la embestida del animal.