¿El Millás de vacaciones es el Millás de todos los días?De vacaciones casi todo el mundo es otro, excepto los escritores, porque no dejan de trabajar nunca. Las vacaciones, en mi caso, suponen un cambio de escenario, no una interrupción del trabajo. Yo no dejo de escribir nunca. Este año es un tanto especial, porque dejé entregada una novela, con lo cual llegaba a las vacaciones con esa sensación del deber cumplido.

¿Nueva novela, entonces?

Saldrá en octubre. Se titula Lo que sé de los hombrecillos. La publica Seix Barral.

Le noto un poco calvinista: he trabajado, me he ganado el cielo...

Creo que es una cosa generacional. Los de mi edad son muy currantes. Creo en las virtudes del trabajo, aunque hablo yo, que no tengo muy claro si lo que hago es trabajar. Me refiero al sentido habitual del término.

¿Ese de que trabajar es igual a pensar?

Sí, algo así. Para mí escribir no es un trabajo, es una actividad con la que finalmente me he ganado la vida. Más que trabajo es un divertimento.

¿Cuándo se dio cuenta de que escribir era una forma de vida?

Durante muchos años tuve trabajos más o menos serios y, luego, por las tardes o de madrugada me dedicaba a escribir. Llegó un momento en que tuve que elegir entre seguir en Iberia o dar ese salto mortal que era arriesgarme a vivir de escribir. Nuestros modelos de escritores no eran aquellos que vivían de escribir. Eran personas que trabajaban por la mañana en un ministerio y por las tardes...

García Hortelano, Benet...

Ésos, por ejemplo, por no hablar de Kafka, que era auxiliar administrativo en una compañía de seguros. Nosotros no llegamos al mundo de la escritura con la ambición de vivir de él. Quedarme en la empresa era elegir la seguridad, pero una seguridad un poco castrante. Esta decisión creo que ha sido la más importante de mi vida.

¿Cómo hacen huelga los novelistas?

Se solidarizan, si se solidarizan, a través de manifestaciones públicas. No es necesario que ese día no escriban, porque no se iba a notar. Lo que interesa de las huelgas generales es que se noten.

¿Se ha torcido el Gobierno?

Creo que lo han torcido, le han ganado un pulso. El presidente del Gobierno se está teniendo que comer, de forma muy dura y muy cruel, muchas afirmaciones muy rotundas de las que se está desdiciendo. La pregunta ante esta situación es: ¿quién manda?

Se la iba a hacer ahora mismo.

Está muy claro que los gobiernos ya no mandan. Pero, claro, las afirmaciones muy absolutas son muy peligrosas, porque existe un margen de movimiento -de hecho, no es lo mismo que gobierne el PP que el PSOE-; la cuestión es el tamaño de ese margen, que no es muy amplio en relación al que tiene el capital, por ejemplo.

Siempre se había dicho que la evolución natural del periodismo era la novela.

No estoy seguro de eso. Me sorprende mucho la cantidad de complejo de inferioridad que existe en el periodismo. Un periodista es un escritor porque se dedica a escribir, parece evidente. Es verdad que hay mucha gente en las redacciones cuyo sueño es escribir una novela para dejar el periodismo. Consideran que este es un mal necesario, una situación transitoria y, por lo tanto, hacen mal su trabajo.

Pero usted es un escritor que evolucionó a periodista.

Llegué tarde al periodismo porque me daba muchísimo respeto. Pensaba que a lo más que se podía llegar en la vida era a firmar una columna en una última página de un diario. Esto, mucha gente lo consideraba una cuestión alimentaria, pero yo puse mucha pasión. Si mis textos periodísticos han funcionado, y lo han hecho como literatura, es por la pasión, porque nunca tuve la impresión de estar haciendo un trabajo menor. Escribo cada artículo como si fuera el primero, con el mismo miedo en el estómago.

¿El compromiso político hace malos periodistas?

Lo que le haría malo es escribir desde la neutralidad, eso sería como el limbo. Se escribe desde posiciones ante el mundo. Esto no significa que pierdas la objetividad en aquello que no se puede perder la objetividad.