«¿Que qué sentí al lograr la estrella Michelín? Lo que puede sentir un jugador de fútbol al ganar la Liga. ¿Y para el maestro Kikuchi haber cocinado para el Emperador de Japón? Haber servido a su Dios, eso es otro mundo, otra dimensión». Son las sinceras palabras de Juan Bautista García, cocinero, creador y, por encima de todo, autor de algunas de las mejores tapas del país.

Con un currículo envidiable y mucha ilusión, él y su mujer, la también cocinera María José Mezcua, se embarcaron hace poco más de tres meses en un proyecto común: abrir su pequeña taberna Rocío, tapas y sushi, una tapería con el nombre de su hija y el de la Virgen a la que tienen devoción, por lo que no es casual que abrieran el lunes de Pentecostés, el 24 de mayo.

Habían pasado sólo unas horas de que Juan Bautista se había despedido del entrañable Antonio Martín cuando inauguraron su negocio, en el que cuentan con un trabajador de excepción: el maestro Masao Kikuchi, una eminencia del sushi que a sus 74 años se niega a abandonar los fogones. Su filosofía y meticulosidad contrastan con su sencillez e interés por pasar desapercibido. Apenas quiere fotos o hablar con desconocidos, aunque sí reserva sus gestos a los clientes, que piden su presencia constantemente fuera de cocina.

García y Kikuchi se conocieron rodeados de los cuchillos y cacerolas del Hotel Guadalpín. Allí, se hicieron amigos, conectaron, hasta el punto de embarcarse en este barco.

«Abrimos en la avenida de los Guindos por ser nuestro barrio, y porque el centro de Málaga es prohibitivo», señala Juan Bautista. Nacido en una familia de cocineros, descubrió muy pronto que cocinar y crear distintos platos, era divertido y, además, estaba bueno.

La base de su éxito son los suyos propios: su estrella Michelín de 2006, haber aprendido y trabajado con los más grandes y servir tapas de diseño y sushi a precio de ensaladillas rusas o croquetas de pollo. «Somos conscientes de la época en la que estamos y, además, al paladar malagueño aún le queda mucho por aprender», apunta Juan Bautista, seguro de que les visitarían menos si los precios fueran altos.

Pese a ello, reconoce que el «boca a boca» funciona y que, sin reserva, es difícil encontrar mesa. «A veces estamos desbordados», apunta orgulloso, mientras reconoce lo sacrificado de su profesión.

En definitiva, la carta de la tapería, con 43 platos y postres, ofrece un mundo de sabores y sensaciones novedosas que no se alejan de lo tradicional. Y es que, como dice Juan Bautista: «El producto es bueno porque las manos lo son».