«Vinagre y rosas», «Tiramisú de limón», ¿está en un momento vital agridulce? La mayoría de la vida es más agria que dulce. Cuando hice el disco sí era un momento agridulce, pero la gira la estamos disfrutando mucho. Está siendo la más feliz de nuestra trayectoria, con un público cómplice y participativo.

¿El viejo pirata cojo ha encontrado ya su patria y su bandera?

Está más cojo que nunca [ríe], pero los piratas cojos, me incluyo en ellos, no tienen bandera, a no ser la negra cruzada con la calavera, que es la negación de todas las banderas, y no tienen patria, más que la mar, como dice el verso de Espronceda.

Ahora que sus creaciones son reconocidas como poesía y publica libros. ¿La meta es la Real Academia Española, el Príncipe de Asturias o qué?

No tengo sueños de ese tipo. Sigo soñando con escribir la canción más hermosa del mundo, pero no con medallas. Opino como Woody Allen: no quiero vivir en la memoria de mis admiradores, sino en mi piso.

¿Le gusta tanto la vida canalla como quiere hacer creer en sus canciones?

Me ha gustado mucho y me sigue gustando, lo que ocurre es que ya no la practico. Y cuando la practico me pego una hostia por las escaleras.

¿No le pasará como a Ángel González, al que el alcohol sólo le subía a los pies?

Es cierto eso. Teníamos que sacarlo de casa. De hecho, dos noches antes de morirse lo sacamos en brazos, pero mientras estaba sentado y hablando jamás le hubieras notado que estaba borracho.

¿A su bombín le quedan muchos kilómetros por recorrer?

Yo siempre he sido un gran admirador de los grandes tontos del cine mudo: Buster Keaton, Chaplin, Groucho Marx. Luego viví siete años en Londres y, viniendo de la España franquista, me admiraba ver a los parlamentarios tan serios con sus trajes negros y su bombín y yendo en bicicleta. Me gustaba mucho. Para mí, que nunca me gustó eso que antes se decía la popularidad y ahora no sé cómo se dice, el bombín es una forma de decir que este es el tipo que sale al escenario. En la calle, no llevo bombín.

¿Hay entonces un Sabina personaje?

Sí, pero el personaje sólo existe en el escenario. Fuera, no.

Roberto Bolaño decía que sólo nos interesa el éxito y el dinero, somos la generación de la clase media...

Creo que no lo decía por él, sino por lo que veía. Tenía toda la razón del mundo, pero el somos no me incluye.

No le pregunto por los toros, porque ya sabemos su opinión favorable, pero ¿los correbous son lo mismo?

¡No, por favor! Los correbous hay que prohibirlos; es una fiesta infame y sin una pizca de arte. Estoy en contra de esas fiestas de pueblo terroríficas. Estoy a favor de las corridas de toros.

«Y sin embargo, te quiero», ¿es una buena síntesis de lo que es la vida?

Sí, claro. Decía Gramsci: «El pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad».

¿Qué hizo el 29-S?

Llamé a la huelga, firmé el manifiesto del paro y si no hubiera estado caído ya había hablado con todos los músicos para hacer huelga ese día.

¿Por solidaridad o porque la cultura tiene motivos para la huelga?

La cultura tiene muchos motivos. Llevan años hablando del pesebre y de los titiriteros con un tono absolutamente... No conozco ningún país donde se trate a los artistas como lo ha hecho aquí el PP y la derecha durante todos estos años.

Si yo fuera Esperanza Aguirre le diría que los de la cultura están siempre de huelga, majete.

Sí. Y sin embargo al día siguiente de la huelga sonó el teléfono y era ella. Yo pensé que me iba a pegar dos hostias y era para ofrecerme el premio de la música de la Comunidad de Madrid.

Que educadamente aceptó, ¿no?

Sí. Uno es bien educado, claro.

¿Qué hacemos con Zapatero? ¿Volvería a pedir el voto por él?

Ahora mismo, no. Yo pedí el voto por un proyecto y un programa electoral y ahora lo ha tirado a la basura y con un fusil en la cara que le han puesto Estados Unidos y Bruselas ha decidido hacer lo contrario del programa electoral.

No puedo pedir el voto para eso.

¿La izquierda tiene salida, porque Europa es cada vez más de derechas, no sé si como consecuencia del aburguesamiento general?

Es un momento muy duro. Como cayó el Muro de Berlín, el comunismo y lo que significaba, ahora la gran batalla de la derecha es contra la socialdemocracia y el Estado del Bienestar. Y hay que decir que lo están consiguiendo.