Turno hoy para Dayna Kurtz en el Festival de Jazz (Teatro Cervantes, 20.00 horas), una intérprete con voz de humo y experiencia que exprime sílaba a sílaba las palabras y las notas de sus composiciones propias –y de las creadas por otros, que ella hace suyas con extrema facilidad–. Presenta American Standard, un disco para el que tuvo que pedir ayuda financiera a sus fans si quería lanzarlo en su propio país, EEUU. Esa experiencia ha transformado su visión de sí misma y de su arte.

Una vez dijo: «No soy de esos músicos que tienen algo que decirle al mundo». ¿Qué necesita usted decir con su música?

Realmente no necesito decir algo con mi música. Conozco a personas que se morirían si no escribieran o actuaran, pero yo no soy uno de ellos; yo, por ejemplo, paso largos periodos sin escribir nada, me invento otra manera de sentirme conectada al universo.

Detuvo su carrera musical para centrarse en la literatura. ¿Cómo ha afectado esta fase a su visión de la canción?

Pues no lo sé aún. Intentaba aprender cómo pensar más como un poeta. Los poetas están más abiertos a la posibilidad lírica de lo cotidiano, mientras los escritores de canciones tienden a buscar grandes temas y personajes más grandes que la vida. Al fin y al cabo, creo que aprendí un poco sobre darse cuenta de la noción artística de los pequeños momentos... Y sobre escribir sólo por la diversión de enlazar palabras e ideas.

Hablemos de American Standard, un disco grabado en el Sur, con músicos legendarios como Sonny Burgess, más roots que nunca. Con cada disco, su sonido se hace cada vez más básico.

Sí, mis discos son cada vez más, digamos, destilados. A la vez, he aprendido que me gusta mucho grabar en la carretera, inspirada por mi amiga Keren Ann [una chanteuse que ha grabado con una orquesta en Islandia, con un coro femenino en Bulgaria...]. He llevado algo de lo que me gusta de viajar, de los tours, al proceso de estudio, y difuminado un poco la línea que separa esos dos ámbitos.

Ha tenido que solicitar dinero a sus fans para que el disco salga en su propio país, EEUU. ¿Por qué siempre ha tenido más fans en Europa?

No tengo ni idea, y no me importa. Estoy feliz y agradecida por tener cualquier tipo de público, sea donde sea que éste me encuentre. Créame, tengo suerte.

A muchos no les ha gustado eso de que los fans inviertan en su música. Es como caridad, dicen.

Pues ha sido sorprendentemente hermoso. Antes no sabía que muchos fans ponían mis discos en momentos fundamentales de su vida, en bodas, nacimientos y funerales. Saber esto de esta gente que literalmente ha invertido en mi trabajo me hizo sentir útil. Me hizo tomarme menos en serio a mí misma y tomarme más en serio lo que lanzo al mundo, si es que esto tiene sentido.

Siempre se la ha comparado con Joni Mitchell, Nina Simone, Leonard Cohen, figuras rodeadas de un cierto aire mítico. Sin embargo, usted proyecta una imagen muy sencilla, muy pegada a la tierra.

El aura mística es una construcción artificial creada por fans que después compran algunos músicos; a veces, Joni o Cohen animan este aura para crear una especie de red psicológica de seguridad en torno a ellos, porque ser reverenciado por tanta gente puede ser abrumador y peligroso para una persona saludable, así que imagínese para alguien con problemas de autoestima, una naturaleza muy sensible... Es una estupidez vender la idea de que los jóvenes artistas deben ser un completo desastre para crear un trabajo con sentido. Un amigo mío grabó con una mujer que estuvo en una banda que tuvo un éxito en los 90 y por contrato exigió que la cabina donde grababa las voces tenía que estar iluminada por veinte velas. ¿Qué clase de capricho de diva es ése? Como dijo mi amigo Randy Crafton: «El gran arte es cuando todos hacen su trabajo».

Los críticos alaban fundamentalmente su lado interpretativo, vocal. ¿Tiene celos la Dayna escritora de la Dayna cantante?

Sería muy esquizofrénico por mi parte. Que un escritor amigo de confianza, cuyo trabajo admiro, alabe una frase o un verso de una de mis letras, significa mucho más que lo que diez críticos tengan que decir sobre todo el disco. Pero me siento muy tratada en lo que se refiere a alabanzas, demasiado bien tratada, en realidad.