«Muchas gracias por dejar sus cuadros en Málaga». Félix Revello de Toro paseaba ayer por el centro histórico y numerosas personas le paraban para saludarle y agradecerle la donación. Después de cinco años de espera, sus ojos desprenden esa felicidad que nace cuando el sueño se convierte en realidad. El pintor malagueño verá cumplida la gran ilusión de su vida: su legado ya está colgado en la casa-taller de Pedro de Mena para el disfrute de todos. La inauguración será mañana y ya toda Málaga espera a que la pinacoteca abra sus puertas.

Mañana es el gran día. ¿Cómo se encuentra?

Estoy muy emocionado en estos momentos y estoy recogiendo emociones tras emociones. Esta mañana [por ayer] la Unión de Consumidores de Andalucía me ha concedido un premio del que me siento muy orgulloso.

¿Qué le parece la obra de rehabilitación y adaptación de la casa-taller de Pedro de Mena para el museo que albergará su legado artístico?

El museo ha sido la culminación de casi un imposible para llegar a ser una notable y magnífica realidad, porque la casa de Pedro de Mena estaba ruinosa y todos esos vestigios de la vida del insigne escultor granadino al cabo de tres siglos han llegado ser el lugar de acogida de mis cuadros. Que yo ocupe la casa y el taller de uno de los más grandes imagineros españoles me colma de una satisfacción tremenda. Me van a faltar años para poder digerir todo esto. En cuanto al recorrido expositivo, tengo que agradecer mucho a Elías de Mateo; él asumió desde un primer momento este tema de gran responsabilidad, y me siento muy satisfecho con el trabajo realizado, al igual que con el del arquitecto, Paco González, que se identificó con esta obra de adaptación museística y la llevó a cabo con una dignidad extraordinaria, respetando los elementos originales.

¿Cuáles son las obras que más le ha costado desprenderse?

No es una obra determinada ni el motivo que plasmé en ella, sino que todos mis trabajos, desde un simple garabato, tienen mi entusiasmo. Todas mis obras las hice con total sinceridad, entrega y siempre con un constante afán de superación. Lo del museo sí que me ha llenado de alegría. Un pintor puede aspirar a premios, a reconocimientos, pero jamás se nos pasa por la cabeza un museo que exponga tus obras. Eso no lo piensa ningún ser vivo. Por eso, mi caso raya la utopía. Yo seré el nuevo vecino artístico de la casa de Pedro de Mena, salvando las distancias, porque su obra ha sido tremendamente reconocida y yo soy un pintor muy de aquí y que vivo pensando en Málaga. Él nació en Granada y no pudo gozar del malagueñismo que gozo yo; quizá eso sea la única superioridad que tengo respecto a Pedro de Mena.

Usted que procede de otra generación, ¿qué opina del arte contemporáneo?

Tiene todos mis respetos. Cuando se habla de la palabra arte, ésta pertenece a un movimiento que aunque no lo sienta tiene mis respetos y mi admiración. La gente que rompe los cánones establecidos para investigar nuevos lenguajes plásticos tienen mi total veneración.

¿A qué autor le profesa esta admiración?

Hay una definición de Paul Klee sobre el arte que dice: «La línea es un punto en movimiento», que siempre me ha fascinado. Me parece un autor impresionante.

¿Qué consejos le daría a los jóvenes que quieren dedicarse al mundo de las bellas artes?

Consejos ninguno, yo no tengo que aconsejar a nadie. Sólo les digo que en sus trabajos piensen en ellos mismos. Que sean auténticos. La autenticidad es vital en cualquier actividad de la vida.

¿Piensa que los nuevos creadores lo tienen más fácil que los artistas de épocas anteriores?

No. Todos siempre lo hemos tenido difícil. En los años 40 era tremendamente complicado, mucho más que la Málaga del siglo XXI, aperturista, abierta a todas las tendencias y comprensiva, aunque también ahora los nuevos creadores tendrán sus dificultades. La Málaga de la posguerra que yo viví era muy cerrada, un poco hostil, con unos cánones establecidos desde la pintura del XIX, y las vanguardias que surgieron con Picasso como capitán tuvieron que luchar mucho para formar parte del panorama artístico de entonces.