Cuántas veces se dice eso de «de casta le viene al galgo» y qué cierto se hace en algunos casos como el de Isabel Guerrero. Esta joven cantaora natural de Fuengirola fue la gran triunfadora el pasado día 18 en el Festival Flamenco de Leganés, en Madrid, al ganar «la silla de oro», que le acredita como la mejor artista de esta edición, y el premio especial a cantes poco trabajados.

No fue por casualidad. Su cante elegante y poderoso lo aprendió desde pequeña de manos de su mejor maestro: su padre, Barquerito de Fuengirola. «Desde niña he visto como mi familia se reunía en torno a él y cantaban muy naturalmente. Yo no jugaba con las muñecas como las demás niñas. Yo escuchaba y trataba de imitar a cantaoras como La Niña de los Peines o grandes del flamenco como Juanito Valderrama», relata.

Madre de un hijo de dos años y casada con Miguel, Isabel disfruta estos días de fiesta con ellos y el resto de su familia en su Fuengirola natal tras el éxito «más importante» de su carrera artística. «Ya participé el año pasado. Había un nivel muy grande y éste no esperaba mucho de mi participación. El destino es caprichoso y fui pasando rondas hasta plantarme en la final y ganarla. Todavía no me lo creo», relata emocionada. Y es que tanto Isabel como toda su familia saben de la importancia de este galardón para el mundo flamenco. No es el primero que obtiene. En Murcia, o en la Peña Trinitaria de Málaga ya conocen de su arte, así como en la misa de alba del Cautivo donde fue la encargada de llevar la parte musical de la ceremonia.

Peteneras o garrotines...

«La saeta es mi palo favorito», declara, «aunque también la malagueña. No hay ninguno, en realidad, que no me guste o que me cueste más de la cuenta. He heredado el buen oído de mi padre y enseguida me quedo con el compás», afirma.

Tanto es así, que Isabel se atreve hasta con los palos flamencos más inusuales como la bambera, el garrotín o la petenera. Un cante, éste último, que muchos cantaores reusan de practicar puesto que popularmente se dice trae «malfario».

«Yo no soy nada supersticiosa. Al contrario. Alguna vez, incluso, he cantado de amarillo –también se dice que trae mala suerte–», afirma muy segura. Precisamente, con una petenera, se hizo con el premio especial de cantes poco realizados del festival madrileño. Un premio que para la hija del insigne Barquerito tiene gran valor ya que es la primera vez en las diecisiete ediciones del concurso que un artista se hace tanto con «la silla de oro» como con este premio especial.

«Opino que un buen cantaor flamenco debe conocer y cantar todos los palos de este género musical. Y, en este sentido, considero que muchos se olvidan de cantes tan ricos como los de ida y vuelta», reivindica la joven cantaora.

Es el primer gran triunfo de la hija de Barquerito, que cada vez vuela más a su aire en busca de un hueco en el Flamenco. «No quiero ser una grande de esto. Sólo subir a más escenarios», concluye.