La historia de la Orquesta Filarmónica de Málaga, que cumplirá sus veinte años el próximo Día de los Enamorados, es la historia de su ciudad, de una urbe que aún sigue inmersa en la lucha por exprimir sus potencialidades culturales. La OFM entra en su tercera década de operaciones con muchos haberes y un gigantesco debe en su petate: el Auditorio, la casa que exige un grupo e institución de estas características como aval de presente y futuro.

Retrocedamos al año 1991. Hasta entonces, los melómanos debían conformarse con los conciertos de la Orquesta Sinfónica Provincial, la Coral Santa María de la Victoria, los festivales de invierno... A los aficionados les faltaba, nos cuentan, el «orgullo de tener una orquesta propia» como sí sucedía en muchas ciudades, bastantes de menor envergadura que la nuestra. Octav Calleya, primer director de la entonces denominada Orquesta Ciudad de Málaga –entre los años 91 y 95–, otorga los méritos debidos: «La orquesta nació por el empeño de Pedro Aparicio [entonces alcalde de Málaga]. Como buen médico y buen aficionado a la música que era, se dio cuenta de que a la ciudad le hacía falta una orquesta profesional».

La creación de un consorcio, un entente entre el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, y más de quinientas audiciones por todo el mundo dieron como resultado un grupo de un centenar de músicos, profesores de sus instrumentos, con poquísimos malagueños –incluso españoles: la mayoría de los españoles seleccionados eran valencianos– en sus filas: los europeos del Este dominaban los atriles. Normal: cuentan que el nivel de exigencia en los cástings era olímpico. Había ganas de conformar un grupo musical de primerísimo orden.

El 14 de febrero de 1991 la Orquesta Ciudad de Málaga hizo sonar sus notas inaugurales, reveladoras: una pieza del compositor malagueño Eduardo Ocón –la ciudad se reivindicaba como urbe y cuna de talentos– titulada Andante, precisamente el tempo con que ha ido desarrollando sus actividades la agrupación, más por las carencias que la limitaban. Los comienzos fueron ilusionantes: primeros recitales, celebrados en el Conservatorio Superior de Música, con «gran afluencia de público», mayor seguimiento aún con el traslado al Teatro Cervantes tras su remodelación... «Era una oferta cultural de calidad y, sobre todo, nueva: el setenta por ciento de lo que se programaba no se había tocado antes en Málaga», argumenta Calleya. Hoy el exdirector lo tiene clarísimo: «La Orquesta Filarmónica es un lujo para la ciudad».

Currículum

En 2011, el currículum de la orquesta muestra el esfuerzo, la dedicación. La han dirigido luminarias como Krzysztof Penderecki, han cantado con ella Alfredo Kraus, Montserrat Caballé, Ainhoa Arteta, ha ejecutado más de tres centenares de actuaciones de todo tipo de repertorio... Y ha vivido muchos momentos a atesorar. «Recuerdo especialmente un concierto que dimos en Bratislava, en el Festival de Música de la Primavera de Praga, que fue muy emocionante». Son palabras de Juan Carlos Ramírez, gerente desde 1999 de la institución –por tanto, el gestor cultural más veterano en su cargo en la ciudad–. Ramírez capitanea la logística de una institución fruto de un consorcio, del entente entre el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía.

«Claro que ha habido momentos delicados con directores y solistas, y con temas laborales, pero un aniversario no se celebra para recordar los malos momentos, aunque aquí no ha habido ningún tropiezo importante», resume Ramírez, quien habla con orgullo y realismo del pasado y potencialidades. Está claro el regalo que ha pedido para el cumpleaños: «A la OFM lo que le queda es el dominio de una escena; es decir, lo que nos queda es el Auditorio. Si lo tuviéramos, tendríamos la posibilidad de tener nuestro propio coro, nuestra propia academia de jóvenes intérpretes, la posibilidad de crear ciclos específicos... Nuestra oferta musical se multiplicaría por dos. El Teatro Cervantes nos acoge, allí estamos encantados pero somos invitados; sin el Auditorio no podemos seguir avanzando, no podemos hacer mucho más de lo que hacemos».

Pero el regalo tardará en llegar. Esta misma semana, el alcalde, Francisco de la Torre, se mostró confiado en que la primera piedra del Auditorio podría ponerse este mismo año; a su lado, el consejero de Cultura, Paulino Plata, le paró los pies: «Habrá que tener en cuenta la realidad económica». Mientras aguarda, la OFM se congratula: «A nosotros nos han recortado el presupuesto como a todo hijo de vecino; cada dos por tres pasamos por la peluquería. Pero, afortunadamente, hemos trabajado durante muchos años y obtenido unos amplios remanentes que nos servirán para amortiguar la crisis al menos durante un par de años. Afortunadamente, no hay problemas de recortes en términos laborales», dice Ramírez.

Amigos

Desde su butaca en la primera fila del tercer piso, Ana Torralba, actual timonel de los Amigos de la Filarmónica, asegura ver más pelos canos y calvas en el patio de butacas del Cervantes, cuando no bastantes asientos vacíos. En la misma asociación –una entidad sin ánimo de lucro, que no recibe subvención alguna y que organiza recitales y encuentros para apoyar a la melomanía malagueña a partir de las cuotas de sus socios– el relevo generacional tampoco se está desarrollando de la manera adecuada: faltan veinteañeros. Pero Torralba lo entiende: «Ellos tienen otro tipo de obligaciones y quizás también otra clase inquietudes»; o sea, que, básicamente, es injusto exigir a los jóvenes que se impliquen en unas actividades cuando nosotros mismos, a su edad, tampoco lo hacíamos.

En cualquier caso, algo le llama poderosamente la atención: «No sé por qué en los conservatorios y escuelas musicales de Málaga se queda gente fuera por la demanda de plazas y, sin embargo, a veces el patio de butacas del teatro no se llena. Y eso que un concierto de la Filarmónica es más barato que cualquier espectáculo u obra de teatro». Por eso algo le preocupa: «No sé si el futuro Auditorio será la panacea. Será muy positivo, porque la OFM tendrá su casa, podrá programar en el calendario con independencia, la temporada lírica será más extensa... Pero habrá que conseguir que haya público en el recinto. Habrá que hacer una labor de campo para conseguirlo, como, por ejemplo, la que ya desarrolla el actual director, Edmon Colomer, con sus recitales pedagógicos: hace unas semanas programó Pedro y el Lobo y ver cómo disfrutaron los niños le ponía a uno la carne de gallina». Y concluye la reflexión Torralba: «Yo no asisto a los partidos de baloncesto pero considero al Unicaja mi equipo y me enorgullezco muchísimo de sus triunfos. Me parece que en Málaga no ha calado el orgullo de tener este pedazo de orquesta, que cuando va al Auditorio de Madrid triunfa».