La novillada de ayer en Las Ventas fue buena; en lo que a ganado se refiere, hay que recalcar. Pero faltó el complemento de los toreros, a pesar de hacer un aparte no obstante con el francés Patrick Oliver por su actitud de valor. Fue desde luego el único nombre que se puede salvar de la debacle tomando como referencia su quietud y aplomo. Se colocó muy de verdad frente a su primero, con la muleta siempre adelantada, y esperando con notable frialdad, aguantando y conduciendo las embestidas hasta lo más que daban de sí. Algunos muletazos, de mano baja y muy firme.

Lástima que no siempre se mantuvo el ritmo, el buen ritmo que él mismo imprimió al trasteo a base de cadencia y cierta estética. Porque en ocasiones faltó limpieza, y faltó más que nada también mayor tino con la espada. Con el cuarto, novillo menos bonancible, la faena no tuvo tanta altura, y aquí en cambio la estocada fue letal.

Escribano

Cristian Escribano tardó en cogerle el aire a su primero en una faena de muchas intermitencias y escasa ambición por su parte. Tuvo el gesto de irse por su pie a la enfermería, evitando dramatizar la situación, tras resultar alcanzado al entrar a matar, y salir luego para matar su segundo astado, éste de más a menos, igual que la faena. Pero esta segunda faena de Escribano, que había apuntado alto en la apertura de hinojos y en el toreo a derechas, acabó diluyéndose, ya con el novillo cada vez más corto.

A Damián Castaño le tocaron el peor y el mejor. Con el malo estuvo sin recursos. Y con el bueno, solamente con entrega, pero sin ideas, ni ideales.