Para Almudena Grandes, encontrarse con sus lectores malagueños es como cumplir con una tradición. Asegura que en esta ciudad se ha reunido con su público «prácticamente con cada libro» que ha publicado. La escritora madrileña, que ayer participó en un encuentro provincial con catorce clubes de lectura de Málaga, actividad perteneciente al Circuito de Dinamización Lectora del Centro Andaluz de las Letras, y que este año coincide con la celebración de la Feria del Libro, aseguró que los lectores «son la libertad de un escritor» y valoró la importancia de los clubes de lectura, capaces de «crear lectores en segmentos de edad y socioculturales en los que es prácticamente imposible hacer que la gente lea».

«Lo más importante que ha pasado en la literatura española en las últimas décadas ha sido la invasión de la literatura por parte de los lectores, sobre todo a través de los clubes de lectura. Afortunadamente, hay monitores y bibliotecarios que trabajan todos los días para aumentar la población lectora. Los lectores son lo más importante de la vida de mis libros. Y un libro sin lectores es un texto, pero no es un libro».

Acostumbrada a que sus seguidores le comenten aspectos de sus creaciones «en los aeropuertos, por la calle, en las casetas de las ferias de libros...», la autora de Las edades de Lulú, confiesa que todas las lecturas son legítimas, «las que confirman la intuición del autor y las que la desmienten», y que en muchas ocasiones se ha visto sorprendida por comentarios o puntos de vista sobre sus historias. «Es verdad eso de que el lector es el que termina de escribir un libro», afirmó.

También se mostró satisfecha por cómo ha sido recibida su última novela, Inés y la alegría, el primer título de seis bajo la denominación común Episodios de una guerra interminable, que se enmarca en un acontecimiento relevante de la historia de España, sin embargo desconocido, como fue la invasión del valle de Arán por guerrilleros comunistas españoles residentes en Francia en 1944, lo que supuso un intento frustrado de liberar a España del franquismo.

«Esta novela me ha dado muchas alegrías, aunque me peleé mucho con ella hasta el punto de tenerla que escribir dos veces. Yo, que siempre he sido una defensora radical de la ficción, porque que creo que es una herramienta tan buena como cualquier otra para pensar la realidad, me encontré con una historia en la que tenía que recurrir a la no ficción para hacer la novela que yo quería hacer. Como es un acontecimiento tan desconocido, pensé que si no acudía a la no ficción iba a parecer que la invasión me la había inventado yo. Y esto ha provocado multitud de reacciones, tanto de sorpresas, porque la gente creía que había cambiado mi estilo, como de respuestas emocionadas por el tipo de historias que cuenta».

Con esta serie de novelas, que recorrerán «25 años de franquismo, desde 1939 hasta 1964», Almudena Grandes pretende adaptar el modelo literario que construyó Benito Peréz Galdós en sus Episodios Nacionales. «Sigo a don Benito. Galdós fue un escritor que me cambió la vida. Es uno de los grandes narradores del siglo XIX. Me influyó mucho como lectora y después como escritora».

Historia de España

La autora sostiene que lo sucedido con el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia no le inquieta. «Es una institución fosilizada y desprestigiada. Y esto que ha pasado es un contratiempo, irritante pero irrelevante. Donde es más importante que se gane la batalla de la memoria no es ni en la calle, ni en la literatura, ni en el cine, sino en las universidades. Existe una generación de historiadores que ha hecho la proeza de arrebatar la historia de España a la historiografía extranjera. Porque una de las anormalidades históricas de este país es que la historia de España era un coto de anglosajones y franceses. Y ahora ya no», sostiene.

Sobre la implantación del libro electrónico, la madrileña afirma que puede tener «una repercusión brutal en la cadena de la industria del libro» y que «podría acabar con los libreros, las librerías, los distribuidores, los almacenistas..., pero no con los editores».

Desde el punto de vista de la creación, confiesa no importarle «cómo se vaya a leer» su obra, y además sostiene que «el libro de papel es tecnológicamente superior al electrónico»: «El libro de papel no hay que recargarlo. No se rompe si se cae al suelo. Permite ir para adelante y para atrás como mucha más facilidad... El único inconveniente es que ocupa espacio. El formato da igual. Lo que no da igual es la piratería, algo que nos puede llevar a la Edad Media».