Del papel de Julia, la solitaria pintora de «Verano Azul», le ha quedado un extraordinario apego por Nerja y el resto de la Costa del Sol, pero María Garralón además está segura de que ahora se enamorará de Coín, donde interpretará a un nuevo personaje en «Arrayán».

¿Qué supone para usted volver a formar parte en la Costa del Sol del elenco de actores que dan vida a una serie de éxito?

Es una maravilla. Porque esta región ya me gustaba incluso antes de rodar Verano Azul, pero imagínate ahora, después de tantos años en los que no he dejado de volver. Interpretar encima a uno de los nuevos personajes de Arrayán, de los que entran en la nueva temporada, es algo muy especial. Ahora estoy empezando a conocer a todo el equipo. Pero puedo decir que son una maravilla. Es un reto incorporarme a este trabajo, porque estamos ante una serie que tiene salida diaria y se trabaja mucho y muy bien. Es quizás el gran secreto para que continúe tantos años después. Pero estoy muy contenta. Me encuentro fenomenal en Coín.

Julia se marchó de Nerja al finalizar aquel Verano Azul, pero usted se ha convertido hasta en turista honorífica de este municipio malagueño.

Regreso casi todos los años, bien porque haya algún evento, como es esta vez el 30 aniversario de la primera emisión, o porque es un lugar que quiero muchísimo. Volver a esta tierra me da vida. Me encanta pasar siempre que puedo una temporada entre mis amistades de siempre.

Aquella grabación, de la que han transcurrido ya más de tres décadas, parece que se regenera de padres a hijos. ¿Qué magia alberga para que siga aún tan vigente?

Este pasado sábado volví por ejemplo a Nerja y lo cierto es que parece que seguimos rodando. Es un misterio que tiene esa serie, caló muy hondo entre la gente. Y la prueba es que todo el mundo es muy cariñoso con todos los personajes. Observas el afecto y el cariño de la gente cuando te mira o habla y vuelves a sorprenderte. Pero el verdadero artífice de todo esto es Antonio Mercero. Él es el padre de todo lo que ha hecho. Y es que todos sus trabajos en televisión, empezando por este, han tenido ese sello de sensibilidad mezclado con humor. Todos los homenajes, todas las efemérides de Verano Azul, esa forma de ser de la gente, cuando nos ve, se la debemos a él. Sin su forma de elaborar estas series, sería imposible vivir esta experiencia.

Esa sensibilidad que en ciertos aspectos se ha podido perder con el paso de las décadas, ¿es también el secreto para comprender que hoy en día hasta los más pequeños sigan acudiendo a usted para encontrarse con Julia y no con María?

Llevo muchos años manteniendo esta misma conversación con mucha gente. Porque siempre te comentan muchas personas que vieron la serie como niños o adolescentes, que la tienen en casa y se la ponen a sus hijos para que sean mejores personas. Yo les digo que todo lo que sirva para que la gente sea mejor, bienvenido sea. Si Verano Azul, treinta años después, sirve para eso... perfecto. Yo misma compruebo que esos niños siguen viéndola con los ojos de la inocencia y mira que ahora los niños son mucho más rápido para todo. Pero lo que es el fondo de las cosas, eso no ha cambiado nunca. Es el mérito de esta producción, que está basada en cuestiones auténticas, de la amistad, del amor, del entendimiento, de mil valores que hay en el ser humano y no han cambiado.

¿Considera usted que este país vive precisamente una nueva edad dorada para la producción propia, con series nacionales que superan en audiencia a multimillonarios trabajos realizados en el extranjero?

Siempre me he dicho que el público ve en televisión lo que le ponen. Pero lógicamente, si hay series buenas, lo normal es que las premie con su fidelidad. Aquí siempre ha gustado el trabajo bien hecho, las novelas y series que desde hace muchos años cuidaban las historias. Cada tiempo responde a una manera de ver las cosas. Pero lo cierto es que en más de una ocasión nos ha costado mucho alabar lo nuestro. Aquí podemos hacer historias preciosas, tenemos actores estupendos y cuando se hacen con confianza y medios, ahí están los resultados.

¿Es más fácil hoy en día ser actor, respecto a los tiempos que usted vivió como principiante en la escena?

El mayor problema que tienen las generaciones que empiezan ahora es el de la competencia. Hay muchísimos actores. Y quizás sea porque ahora es algo maravilloso que un hijo o una hija opte por esta vocación. Pero en mi época tenías que luchar contra la familia y hasta contra los amigos. Aquello era una carrera de fondo, muy diferente.

El cine es caso aparte. A diferencia de las series, atravesamos un momento difícil.

Personalmente he hecho muy poco cine, pero como espectadora siempre me he quejado de esa frase tópica en relación a que el cine español es peor respecto al norteamericano. Es una equivocación. No todo lo de aquí es bueno, pero tampoco es todo bueno lo que se importa de América. Como ejemplo os puedo adelantar que he participado en una nueva película de Benito Zambrano y estoy segura de que llegará lejos. Tal y como trabaja Benito y tal y como es el texto de La voz dormida, estoy segura. Aquí hacemos bonitas historias y hay gente con mucha talento. Pero no podemos ser tan duros con quienes no aciertan.

Volveremos a poder encontrarnos con usted en Nerja, del 11 al 12 de octubre, en el aniversario de Verano Azul. Pero con la diferencia de que esta vez su admirado Miguel Joven «Tito» ya será embajador.

Este sábado bromeábamos con su nuevo título, el de embajador turístico de Nerja. Tengo por él adoración. Era el pequeñito de la pandilla. Todo lo que te pueda decir de él es poco. Yo los quiero a todos, pero él, como se ha criado en Nerja y era el más pequeño... Es de justicia que se le haya otorgado este título. Siempre ha sido un niño muy educado y que se ha empapado mucho de las cosas de su pueblo para luchar por Nerja desde Verano Azul. Se merece este reconocimiento.