Se llama Marisa Galiana, pero en Japón y en algunos portales de internet de España es más conocida como Ruki-chan. Es valenciana, tiene 19 años, es una cantante idol (que interpreta pop japonés, vaya) y, que se sepa, es la primera española que graba un disco de este tipo de música en Japón. No le ha caído del cielo, sino que es el premio por ganar un concurso en el país nipón.

En el origen y el final de esta historia está Halko Momoi, una estrella idol de la que Marisa (entonces sólo era Marisa) es seguidora. Momoi convocó unas audiciones por internet al cumplir diez años en la canción y la joven aficionada valenciana decidió intentarlo.

Envió su vídeo, esperó y resultó elegida como una de las cuatro aspirantes (la única que no era japonesa) para la final de Tokio. Consultó con sus padres y allí se fue con ellos en marzo de 2010. El viaje, recuerda, ya valía como experiencia personal, pero además ganó. No fue obstáculo que llevara poco estudiando japonés, un idioma de pronunciación «fácil», afirma, por su similitud de dicción con el español. Otra cosa es formar palabras y frases, pero «cantado no tiene gran dificultad», señala.

El premio ha sido grabar un disco en el sello que Halko Momoi acaba de abrir. Tiene dos canciones con letra de la idol japonesa. También ha compuesto la música de una de ellas; la otra es de un autor habitual de otra estrella del pop nipón. El CD se completa con las versiones instrumentales de los temas.

El sueño de Marisa es intentar la aventura japonesa en serio, grabar más discos allí y triunfar. Pero «no me gusta construir castillos en el aire», advierte. Sabe que es poco habitual que extranjeros triunfen en el pop japonés, así que prefiere pensar que su futuro cercano pasa por estudiar diseño gráfico cuando acabe el Bachillerato (está en segundo curso). «Me esfuerzo por tener posibilidades, pero prefiero no hacerme ilusiones», asegura.

Por lo pronto, empieza a ser conocida entre los jóvenes amantes de la cultura japonesa. Ha cantado en encuentros en Madrid, Barcelona, Albacete, Castelló, Tarragona y Valencia, y sus dos cuentas en YouTube tienen más de 800 seguidores cada una. Supone «darse a conocer e ir adquiriendo caché».

Como sucede con muchos adolescentes y jóvenes, el origen de la afición por lo japonés de Ruki-chan está en los dibujos animados que casi todos hemos visto de niños (Dragon Ball, Candy Candy, Marmalade Boy) y a los que llegó por la influencia de su hermano. Le continúa gustando el anime (la ficción animada), afirma, aunque ahora su mirada es más amplia: el idioma, temperamento, la historia o la mitología propia.

Marisa Galiana rechaza la etiqueta de friki, aunque sí se considera algo «otaku», que en Japón significa que uno está obsesionado con algo. «¿Friki? Es como si te gusta la cultura de EEUU y cantas en inglés. Para mí, es lo mismo», responde con más firmeza de la que su frágil apariencia haría suponer.