Deseo, señoras y señores, que mis primeras palabras sean de gratitud a nuestra Universidad por haber hecho posible mi nombramiento como Doctora Honoris Causa. También al profesor D. Antonio Gómez Yebra, de quien partió esta iniciativa acogida favorablemente desde el principio por el Departamento de Filología Española II y Teoría de la Literatura, luego apoyada por la Junta de Centro de la Facultad de Filosofía y Letras y finalmente por el Claustro.

Gracias Antonio por ese afecto que me has demostrado siempre, particularmente en este proceso, y que con tanta claridad has reflejado en las palabras de tu Laudatio.

Permitidme también expresar mi agradecimiento a Rafael León, mi maestro en tantas cosas y en particular en mi vida literaria. Creo que el honor que hoy se me concede debió en verdad recaer en él, pues tanto ha hecho y hace por la cultura malagueña ya desde los tiempos en que nuestra ciudad carecía aún de universidad. Fue quien en aquel lejano e inolvidable 1968 propuso oficialmente que se iniciaran los trámites para la creación de la Universidad de Málaga.

Mis palabras van dirigidas asimismo y de manera especial a la saga que desde antaño formó el núcleo de mi familia: abuelos, padres, tíos, hermanos, hijos, nietos y a cuantos no llegué a conocer, quienes dieron y dan su vida y su trabajo por esta ciudad nuestra y forman parte real de su naturaleza tan especial. Nos dice Confucio que la gratitud que debemos a quienes nos han precedido está en la raíz del Tao y que a través de ella, y sólo así se llega a la auténtica virtud de la humanidad: a la virtud excelente. Por eso estoy convencida de que esta distinción honra a mis mayores y, al pensarlo así, me lleno de orgullo.

Mi gratitud también a esa parte de la Generación del 27 que tuve la dicha de conocer. Aquel trato cordial me permitió aprender de su sabiduría y dominio de la lengua en el ámbito de la poesía: Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Jorge Guillén€

Agradezco a tantos amigos que me ayudaron el regalo de su guía, y su enseñanza: Alfonso Canales, Bernabé Fernández-Canivell, Pablo García Baena, José Antonio Muñoz Rojas€ Y a todos cuantos me honran con su amistad y presencia en este acto.

Debió ser en alguno de los días del verano del 36. Sueño y recuerdo aquel estado especial que recorrió y se adueñó de mi pequeño cuerpo con apenas cuatro años. Las luces, reflejos y sombras me hicieron sentir por vez primera la belleza en grado sumo, en aquella tierra de los Montes de Málaga. Allí gusté del fulgor: el cuerpo de la gracia. Mas sobre los 20 años comenzaron a llegar a mis manos de joven asombrada un caudal de poemas que eran la ofrenda de aquel dios premonitorio; poemas que inundaron mi vida con un sentido mas profundo que el hasta entonces conocido. Hoy 14 de diciembre, fecha en la que celebramos los poetas el aniversario de la muerte de nuestro patrono celestial, San Juan de la Cruz (Fray Juan de Santo Mathía), me sobrecoge la emoción al pensar que él ha querido, de manera especial, acompañarme en este día tan grande. Comencé mi primer cuaderno de poesía citando un verso suyo, tan actual, tan de «poeta contemporáneo», como lo llamó Carlos Bousoño:

«Amado con amada Amada en el amado transformada€»

Siento ahora que fray Juan me lleva de la mano en este final, con el máximo galardón que me brindáis y que no esperaba recibir. Permitidme que recuerde uno de sus pasajes que, siempre, me acompañó:

«Éntreme donde no supe

y quedéme no sabiendo

toda ciencia trascendiendo€»

Es la voz del poeta, del santo patrón de poetas, que ha sido para mí amparo, durante el curso de mi vida de mujer diciéndose en palabra poética, de mujer joven madre y de mujer que ha llegado a estas fechas de edad avanzada. He pensado estos días que la mejor ofrenda hacia cuantos hoy habéis tenido a bien acompañarme en este acto académico, sería una lectura de poemas, ya que a ellos les debo el formar parte del Claustro de la Universidad de Málaga con la distinción del Doctorado Honoris Causa. No me encuentro digna de este honor, mas soy consciente de su grandeza y de ella gozo. Gracias.